Moverme desde lo que me motiva, es lo que me da la energía para caminar. Conectarme con lo que me apasiona, con lo que me despierta curiosidad, con lo que requiere el movimiento de mis pies y de mis manos, con lo que me mueve a cuestionarme, a investigar… Conectarme con todo esto es lo que me sitúa en el plano de la vitalidad, de la sonrisa.
A medida que vivo, soy más consciente de que prefiero mantener la distancia con lo que me desestabiliza. Con aquello que supone un torbellino a mi alrededor y tiende a separarme de lo que soy seguramente porque aún no tengo el equilibrio suficiente como para mantenerme en mi centro sin titubear. A medida que vivo, soy más consciente de que prefiero mantener la distancia con aquello que se mueve arrastrándome lejos de lo que soy y también de aquello que puedo ser. De aquello que todavía planea en los sueños y aún no tiene forma en lo tangible pero que, sin embargo, para mí es algo que me conduce a la realidad de lo que quiero ser, de lo que necesito ser, de lo que me aporta valor.
Descubrí hace un tiempo que aquellos lugares, experiencias o personas que me mueven a la ausencia de sonrisa, no me aportan valor. Que el cuestionamiento continuo y el sentir la necesidad de justificarme, me resta energía. Y la energía siento que es finita. Puedo recargar mi energía. Llenar el depósito de nuevo. Pero me gustaría más recargar en el propio fluir de mi vida y no tener que dedicar espacios y tiempos específicos para hacerlo cuando siento que llega el momento de que empiezo a entrar en reserva.
Siento que la capacidad de soñar y de soñarme habita en mí a flor de piel. Es algo con lo que identifico. Me considero soñadora. Mis sueños tienen que ver con una manera diferente de vivir a como lo he hecho hasta ahora. Hasta hace poco he vivido como “en parcelas”. Estaba la parcela del trabajo en la universidad (con su ambiente concreto), la del crecimiento personal (que trataba de mantener como espacio sagrado, no compartiéndolo con todo el mundo si no sentía que era respetado) y la parcela de los vínculos que a su vez se parcelaba en vínculos familiares, de amigos y de pareja.
Ahora siento que quiero vivir en armonía. Sin sentir que vivo en parcelas… como “a ratos”. Me gustaría sentir que vivo “en contínuo”, cada instante. Y para lograr esto, identifico que quiero vivir conectada con lo que soy y quiero ser, no tanto con lo que hago y tengo. Eso vendrá por añadido. Me gustaría hacer y tener en la línea que soy y no tanto para “llegar a ser” como siento a veces que vivo.
Identifico que he pasado casi más de 30 años moviéndome lejos del plano creativo. Es curioso porque también identifico que la creatividad siempre ha estado latente en mí. De tanto en tanto, le he permitido su espacio. Le he brindado el papel y la pluma. Algunas veces los colores para dibujarse. La arcilla para expresarse en contacto con mi cuerpo. La música para moverse en libertad a través de él. A veces se lo he prestado para que se estirara y respirara con él. Otras veces le he compartido espacios de silencio exterior para que pudiera dar rienda suelta a soñar proyectos conectados con la naturaleza, con otras personas…
Caminar de la mano de lo creativo me aporta valor. Me permite fluir con lo que soy y puedo llegar a ser. Me mueve a hacer y tener desde ese otro lugar que siento más cercano al ser.
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