Pararse y mirar un instante hacia atrás para reconocerse en el camino andado no contradice el verso de Machado “y al volver la vista atrás, se ve el camino que no se ha de volver a pisar”.
Reconocerme en lo vivido me ayuda a entender lo que ahora soy, y esto es una mezcla de lo heredado y de lo que voy aprendiendo.
Paro un instante y miro el camino transitado. Me reconozco en lo que mis anteriores fueron y en lo que aprendí. También en los acuerdos que fui adoptando conmigo a medida que he ido viviendo. Con cada decisión que tomé, cada gesto y cada palabra.
Me reconozco en lo caminado y también en lo nuevo por caminar.
Mis botas fueron tomando la forma a medida que las usé. Ellas me condujeron hasta aquí. Y no lo hubieran hecho sin mis pies dentro.
Ahora tienen la forma que yo les dí y las noto flexibles. Me dicen que pueden seguir caminando muchos kilómetros más y que lo harán adaptándose a mi paso como lo han hecho hasta ahora.
Si me detengo a descansar, lo harán conmigo. Si decido correr con el viento, lo harán también. Y si decido cambiar de sendero, aplaudirán conocer nuevos paisajes.
Pararme un instante y contemplar el camino andado me permite REsituarme. Permite dejarme sentir qué quiero que me siga acompañando y a qué quiero agradecer que lo haya hecho hasta llegar aquí, despidiéndome de lo que ha dejado de aportarme valor.
REsituarme también es mirar el horizonte y decidir qué nuevo sendero será el próximo que caminaré. Conectado con el que me condujo a este punto.
Los pasos que dí fueron los que me trajeron hasta AQUÍ. Pero es AHORA cuando doy el paso que me impulsará a dar los siguientes.
Gracias, peregrina de pelo de fuego,
por la inspir-acción
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