En estos últimos días, descubro el poder y la magia que se esconden detrás de la capacidad de no oponerse a lo que nos sucede. Detrás de la capacidad de mantener la respiración profunda, sin pausa, consciente.
Cada vez siento con más fuerza que las experiencias de vida que nos visitan lo hacen porque vienen a enseñarnos algo.
A primera vista, me cuesta descubrir el aprendizaje que acompaña a lo que vivo. Me sorprende. Dice «hola, aquí estoy», remueve dentro de mí emociones y pensamientos, y permanece palpitando dentro de mi ser durante un tiempo aún cuando ya se han desvanecido del plano visible.
Normalmente sucede así. Llega. Remueve. Desaparece en el exterior. Y continúa palpitando dentro durante un tiempo.
Es como las olas del mar. Las veo aproximarse rizando las gotas en superficie. Rompen en la orilla agitando los granos de arena del rompiente. Y desaparecen a la vista, quedando el murmullo en reverberación durante unos segundos. Sé que va a suceder así porque se repite del mismo modo desde que vengo a observarlo (el mar) hace más de 40 años. Creo que por eso me resulta fácil seguir respirando, en calma, mientras las olas se deslizan una y otra vez.
La cosa cambia cuando de repente me habita una experiencia de vida que no veía venir. O que, aunque entre dentro de mis posibilidades, conecta con mis miedos. Cuando esto sucede, si mantengo la atención plena, reconociendo los miedos que me despierta lo que vivo, y sigo respirando, las olas se acercan igual. Alcanzan y rompen en la orilla del mismo modo. También desestabilizan los granos de arena del rompiente, y la experiencia sigue agitando mi interior con su murmullo durante un tiempo. La diferencia reside en que, manteniendo la respiración todo lo profunda y larga que soy capaz, el murmullo continúa resonando sin la presencia que vivi, y es en esa ventana de tiempo donde logro colocar lo que me habitó para construir algún detalle más en mí que me sitúe más cerca de mirar tranquilamente las olas cuando se acerquen a la orilla la próxima vez aunque no las espere.
Muy poético y también muy, pero que muy MARInero
Besos grandes, dulces y también SALados
Me alegro de que te guste 🙂 Últimamente trato de ir a visitar el mar todas las semanas cuando paso por Valencia. Hacía tiempo que no lo hacía y me dí cuenta de que me faltaba algo y es ese murmullo arrullador que todo lo calma. Abrazo grande, mamá.