Hay una práctica que incubé durante un tiempo, y es desarrollar una especie de atención sutil a los sueños que tengo. No sé muy bien cómo explicar cómo logré desarrollarla. Sí que recuerdo que, por aquel entonces, tenía un sueño muy liviano. No descansaba bien. Y me fue relativamente sencillo poner en marcha una especie de entrenamiento para despertarme cuando estaba teniendo un sueño. No me despertaba del todo. Sólo lo suficiente para recordar, sin moverme ni abrir los ojos, el sueño que estaba teniendo. Un bolígrafo y una libreta descansaban sobre mi mesita de noche, y con su ayuda volqué historias escritas con renglones torcidos que despertaban en mí una sonrisa al leerlos porque a menudo había que jugar a detectives para lograr descifrar su contenido.
Hoy en día aquella práctica se ha ido difuminando. Ahora duermo más profundamente y seguramente mi cuerpo, cuando se acuesta, me recuerda que necesita dormir más, así que ya no me es tan sencillo poner en marcha la práctica que casi era espontánea tiempo atrás. Lo que sí es cierto es que tengo tendencia a recordar lo que sueño con relativa facilidad aunque no sea con tanto detalle. También escribo lo que me pasea el inconsciente durante las horas nocturnas nada más despertarme para luego conectar con esas historias y escuchar a ver si tienen algo clave que contarme.
Esta noche soñé algo curioso. Recuerdo una imagen en la que el mar ocupaba casi toda la «pantalla». Un mar relativamente tranquilo. Sobre su superficie recuerdo una figura que asimilé a una estrella. Pero no una estrella de mar. Yo sabía que era una estrella del cielo.
«Es la estrella Polar» – me dije al despertar. ¿La estrella Polar caída sobre el mar? ¿Qué me querrá decir este sueño? – pensé.
No le doy muchas vueltas a un sueño. Trato de ser intuitiva y lo primero que me viene al consciente, es lo que acojo como interpretación. Pero esta vez era bastante sencillo. La estrella Polar para las culturas que vivimos en el hemisferio norte, lleva consigo la historia de los viajeros. Cuando miras al cielo, su posición indica la dirección del norte y sirve como referencia para situar las demás direcciones. Siempre luce allá arriba, en el cenit del cielo. Y la bóveda celeste parece girar a su alrededor.
La imagen de la estrella Polar «caída» sobre la superficie del mar, me traía la idea de que el norte, la referencia, había dejado de estar en el lugar que había estado hasta entonces.
El mar siempre me acompaña. Nací en el Mediterráneo, como Serrat. Mi madre cariñosamente me llama Marina en lugar de María. El primer nombre nunca permeó lo suficiente como para alcanzar mi DNI pero ganó, sin embargo, un lugar más privilegiado a mi modo de ver. Me calma pasear sin prisa por la orilla perdiendo la mirada en el horizonte y de las cosas que más disfruto es sumergirme en el agua salada.
El mar tiene para mí un poderoso simbolismo relacionado con lo originario. Somos agua y, aunque al final de nuestra vida el porcentaje de agua en nuestro cuerpo puede disminuir hasta el 60%, en un recién nacido esta cantidad es del 80%. Luego leí que el mar se identifica con el cuerpo emocional y las emociones es algo que identifica al ser humano.
La estrella Polar, que identifico con el norte, con el horizonte, con el punto de referencia, caída sobre el mar (o descansada sobre él, porque también recuerdo que la superficie del agua se movía ligeramente pero la estrella permanecía casi sin desplazarse sobre ella), símbolo de lo esencial, de lo originario, de algo que nos es propio como son las emociones.
¿Has perdido el norte? – me preguntó alguien cuando le conté el sueño. Me quedé pensando y entonces surgió toda esta historia. Pues tal vez no. Tal vez justamente he bajado mi referencia de un lugar que no podía alcanzar a otro que me es más cercano y con el que siento más conectada.
Cada vez soy más consciente de lo distinto que me resulta, y de lo distinta que me siento cuando me dejo sentir, cuando me muevo desde lo que me susurra el corazón, cuando me conecto conmigo y con los demás desde ese lugar, respecto a cuando lo hago desde el miedo, la desconfianza o el juicio. Me siento ligera, sin cargas. Siento que camino con una sonrisa en la cara y también en los pies. Que escucho el latir de los corazones con los que me cruzo, y no le doy tanta importancia a las palabras. Que soy capaz de fundirme en un abrazo largo y tendido al sol del querer permanecer sin sentir la necesidad de salir corriendo.
Conectarme desde el corazón me permite sentir que soy una con lo que me rodea. Que soy una con los demás.
Me encanta el espíritu observador que transmites en tus escritos compañera…. !!
Supongo que esa naturaleza acuática es lo que nos permitiría fluir con todo lo que nos rodea…
Actuando como seres que vamos llenando nuestro amoroso vasito de agua a medida que vamos compartiéndola con los demás.
Somos agua, somos río… soy una con lo que me rodea… con los demás…
Gracias por este regalitoo..!!
Gracias a tí por seguir compartiendo la amistad 🙂 Es un placer seguir caminando juntos la vida y decorarla con pequeños encuentros que se viven como si nos viéramos todos los días. Abrazo gigante
Marina, la poetisa del Tot.
🙂
Me encanta tu capacidad de expresar con palabras lo que sientes cuando te conectas desde el corazón. Gracias amiga querida. Mi corazón vibra con el tuyo cuando te leo.
Gracias, preciosa 🙂 El espacio compartido con el círculo biodancero me aporta mucho en este aprender a caminar mirando con los ojos del corazón. Te abrazo
Hermoso relato,
Me encanta la sensación que se desprende de la «imagen», que casi puedo ver nitidamente, del mar meciendo a una estrella y … no cualquier estrella sino «la polar» nada menos.
Besos sinceros y agradecidos por tu «literatura» tan sentida
Gracias a tí por seguirme tan de cerca en esta senda que me es tan propia. Te quiero!!
Qué bello MariNa:). Me has hecho respirar la brisa del mar de nuevo. Siento totalmente la identificación que haces con el mismo, la misma, el mar, la mar… y cómo surgen las emociones movidas por el agua. Mi signo, piscis, me sumerge de nuevo en las aguas y sorprendentemente, al igual que tú, a veces me es más fácil respirar bajo el agua.
Un fuerte abrazo,
Bea*
¿Te das cuenta de que ahora vives en una tierra totalmente rodeada de mar? 🙂 ¿Te sientes distinta?
Abrazo gigante, amiguita