¿Alguna vez has tenido la sensación de estar muy lejos de alguien que estaba sentado a tu lado?
¿Alguna vez has sentido que la conversación tenía lugar en dos idiomas totalmente distintos?
¿Alguna de esas veces te despediste al acabar la conversación y te quedaste pensando que el intercambio de ideas no había tenido lugar en sintonía?
¿Te quedaron cosas por decir, por escuchar? ¿Sientes que dijiste unas que no parecían salir de ti o escuchaste otras que no reconoces a quién iban dirigidas?
En estos casos siento que estamos en espacios diferentes. Que resonamos distinto. Que no hablamos utilizando el mismo código. Y es que, ninguno es mejor que el otro. Simplemente cada uno es propio del momento de vida en el que se está. Viene definido por lo que, a cada persona, nos trajo hoy hasta esta terraza que compartimos, hasta la misma playa o la misma senda del bosque a la que vinimos a pasear. Empeñarme en que compartir el mismo espacio físico nos lleve a escucharnos activamente o conversar en el mismo registro, no es una garantía de verdadero encuentro.
El momento vital me da la sensación de que lo llamamos así porque define perfectamente cuál es el sentir, el estar, el transitar de una persona. Es único para ella. No se repite de una persona a otra. Vidas hay tantas como historias son escritas con los ingredientes de cada vivencia, de cada persona que la transita.
Y, entonces, ¿no es posible el encuentro verdadero con nadie según esto?
Bueno, siento que la respuesta es que sí lo es. Pero no es tan mecánico y directo como podría esperar un tiempo atrás.
A mi modo de ver, es importante que ambas personas sean conscientes del lugar en el que están. Desde el lugar que se muestran y desde el que reciben a la otra. Es importante que, aún reconociendo esa diferencia, tengan una intención consciente de buscar un espacio común en el que encontrarse y compartir con plena presencia. Un espacio que puedan visitar cuando se lo propongan y que lo puedan hacer sin que ninguno sienta que renuncia a nada.
No, no creo que implique acordar nada de manera tácita. Me da la sensación de que es algo más bien espontáneo, sin forzar. Que simplemente sucede porque hay una disponibilidad interna real de ambas partes a encontrarse a pesar de las diferencias. Y se da porque existe una apertura a que así sea.
De esta manera, cuando me descubro en una situación en la que me siento extraña o fuera de lugar, aún estando con alguien conocido; cuando se trata de una situación en la que percibo que no somos capaces de comunicarnos (hablando o en silencio) en el mismo idioma, como se suele decir; cuando detecto que estoy en una situación en la que detecto incomodidad por sentirme fuera de lugar, me pregunto si realmente estoy presente o si me salí de la presencia. Me pregunto si verdaderamente las dos partes somos conscientes de que, estando en el mismo lugar físico, hemos de buscar un espacio común de encuentro en el que podamos compartir si verdaderamente ésta es nuestra intención.
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Foto: Cabo de Gata, Almería (por Mayte Morillas)
Ser conscientes de lo que hacemos cada cual en cada momento no es tarea fácil, aunque es lo deseable.
Sigamos …..