Anoche trabajaba el contenido de una parte de un curso que llevo entre manos. Un curso para conectar con esto del mundo digital y sus misterios. Porque sí, hacerme amiga de la etiqueta online es un desafío para alguien como yo que lo suyo es el lápiz y el papel. Me considero analógica, pero reconozco que conocer los entresijos de la digitalidad es más que necesario en estos tiempos que corren. Tanto más si quiero aprovechar sus virtudes a mi favor sin que me superen las dificultades que en ella encuentro.
Así que, en este movimiento de amigarme con el mundillo del ciberespacio, encontré una reflexión sobre la importancia de mantenerme atenta para no quedar absorbida por él.
No es lo primero que llega a mí estos días. También esta semana escuchaba una entrevista a una escritora* en la que manifestaba la necesidad de desconectarse para conectarse consigo misma en un tiempo en el que los “bip-bip” del móvil y la tentación de las pantallas, palpitan permanentemente a nuestro lado o dentro del bolsillo.
Hoy me regalo un tiempo de oasis, lejos de la conexión digital, para reconectar con mi propio sonido. Un sonido que, lo cierto es que, a veces, me asusto porque percibo que lo pierdo de vista durante demasiado tiempo.
Reconectarme para recuperar la escucha de mi sonido. También el que suena en el silencio. Tal vez al borde del mar, como ahora, escuchando sólo el rumor de las olas que apenas rozan las rocas del espigón.
Sólo es una cuestión de intención. Es tiempo de desconectar. Desconectar para reconectar.
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* Entrevista a Aniko Villalba
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