«Cuando miramos, somos capaces de ver«
(Sergi Torres).
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El corazón no intelectualiza.
El corazón siente.
Aporta un espacio desde el que mirar.
No es pensamiento. No juzga.
No espera nada de nada ni de nadie.
Únicamente experimenta como resultado de un instante presente y, en ese espacio de tiempo, todo puede suceder, todo tiene cabida. Sin restricción ni cortapisas. Sin «peros» ni «y sis».
El corazón es el que invita a mirar a través de sus ojos. Y esto es lo que lleva a poder ver.
Darnos permiso para experimentar la mirada a través de sus ventanas es lo que abre las puertas de la infinita posibilidad.
El miedo lo calza nuestra mente.
El corazón no tiene calzado para esos pies.
La contradicción que experimento en determinados momentos siento que nace en el intelecto.
El corazón sólo entiende de latir para impulsar. Para irrigar. Para nutrir. Alimentar.
Para expandir.
Es lo que viene impreso en el ADN de su fisiología.
Cierto es que, igual que lo hace el corazón, el pensamiento viaja conmigo allá donde voy.
No puedo, ni siento que deba, desprenderme de él. Si lo hiciera, sería incompleta.
Los pensamientos alertan sobre aquellos miedos que no me queda otra que transitar. Que mirar de frente y atravesar.
Tal vez tenga que hacerlo una y otra vez. Tal vez nunca lleguen a diluirse.
Los miedos aparecen para alumbrar el camino hacia nuevos patrones que únicamente lograré consolidar si soy consciente de los temores que me habitan, si les permito ser y me coloco en relación a ellos en disposición de recibir aquello que vienen a enseñarme.
Encuentro que es una de las maneras en las que aprendo.
También que es el modo en que puedo acceder a lo que siento, aunque lo que sienta me desestabilice por resultar desconocido, incómodo tal vez.
Sentir viaja a bordo del latido cardiaco.
Desnudo de pieles accesorias.
De disfraces y máscaras.
Los miedos camuflan la capacidad de mirar, imposibilitan ver.
Atravesarlos, reconocer que viajan conmigo y que detrás de ellos hay mucho menos que lo que me muestran a simple vista, es lo que abre la puerta a mirar con los ojos del corazón.
Una vez desarmo el pensamiento reconociendo la existencia de los miedos que alimenta,
la base que lo sostiene pierde identidad.
No tanto porque se diluya, cosa que muy probablemente no hará, sino porque reconocerlo me lleva a plantearme qué priorizo y surge la oportunidad de volver la vista hacia otro lado. El lado de lo posible. Del potencial. De aquello que se puede construir: la realidad sentida en toda su vibración.
¿Has experimentado en su totalidad la experiencia de mirar con los ojos del corazón?
¿En qué sientes que es distinto de filtrar la mirada a través del tamiz de la mente?
¿Puedo con algo que escribí en estos días que me resuena con esto de mirar con el corazón, y así todo cobra sentido y vuelve a su lugar perdido?
SENTIDO
Camino a la vera del río,
Desesperanzada
en busca del sentido.
Tantos años vividos, experiencias repetidas.
¿a qué continuar? ¿adónde llegar?
Si lo vivido ya no está y lo que viene no se deja vislumbrar:
¿cómo llenar el vacío entre los polos?
¿qué dirección se ha de tomar?
De un flechazo en el recodo del camino,
al alejarse de lo visto y el gentío,
allí está: viva y despierta,
la belleza de la naturaleza en todo su esplendor.
Un cuadro titilante ondula al viento,
los colores resaltados en las sombras y destellos,
la profunda densidad en tres dimensiones,
o cuatro, o cinco, con todas las percepciones.
El instante mágico todo lo contiene,
el sentido se despliega en múltiples cascadas,
siempre estuvo allí: sólo había que despegar
el calco dormido y entrar en el portal.
El follaje en espejo en el agua
hunde sus pinceles en el fondo barroso.
El círculo perfecto de cada borbotón
repiquetea a ritmo de primavera.
Y Adán en su Edén
Y Eva renacida
en la cálida tarde
sobre el tronco caído.
S.M.M.
Gracias María, hermosa tu reflexión de mirar con el corazón
Qué lujazo, Silvia!!!
Bienvenidas sean tus letras a Lápiz, Papel y Tierra.
Gracias por brindarnos tu maestría con el lápiz. Muy hermoso tu texto (me llega hondo, te lo aseguro… Gracias, gracias, gracias…)
Un abrazo transoceánico 🙂