¿Qué harías si supieras que sólo te queda un año de vida,
tres meses, dos semanas,
un día…?
ADVERTENCIA: este texto busca movilizar intencionadamente. Y lo hace alrededor de algo que, en general, nos cuesta naturalizar: la muerte.
La intención no es herir la sensibilidad del lector. Pero como siento que sacude la mía propia mientras escribo estas líneas, comparto que es un texto removedor.
A partir de aquí, suelto mi responsabilidad.
La pregunta inicial la leí hace unos días en una red social. Con anterioridad me he encontrado con la misma pregunta en otros lugares.
Tal vez la dimensión temporal cambia. Pero, en esencia, plantea lo mismo. El plazo de tiempo no desvirtúa la reflexión que trae consigo. Puede que añada un toque de más o menos urgencia. Pero apunta siempre a lo mismo.
Respiro la expectativa de la persona que me está leyendo y suelto la necesidad de contestar qué haría yo en esas circunstancias.
También dejo ir la mía propia. Que se desata como un resorte y busca afanarse en elaborar una lista de pendientes que piden colocarse en primera fila, pisoteando lo que encuentran a su paso.
Esta vez, la última vez que he leído esta pregunta, me detuve a leer también algunas respuestas. Como hago siempre.
«Yo también» – surge entonces. O «ah, no, para mí no es tan importante como para colocarlo en cabeza» – me apresuro a contestar.
Esta vez seguí leyendo. Como de costumbre. Hasta que una respuesta me atravesó de manera incisiva.
Una persona que estaba tremendamente dolida por una pérdida reciente, hablaba de lo fácil que parecía elucubrar, y deseaba que nadie tuviera que verse realmente en una situación como para tener que elegir de facto.
Paré de leer. Me quedé absorta releyendo una y otra vez esas palabras. «Cuánto dolor» – pensé.
Todas las personas
nos vamos a morir.
Y, la verdad es que creo que, aunque nos cueste incorporar esta idea a nuestras vidas con normalidad como se hace en otras culturas, es deseable que así sea.
La naturaleza funciona así. Todo funciona así. También los objetos que artificialmente creamos tienen un tiempo de vida, como se suele decir.
No existe nada imperecedero.
Ni siquiera lo son las piedras, que van cambiando con el paso del tiempo. Erosionándose, desgastándose… Hasta desaparecer tanto tiempo después.
Lo natural es que lo que llega a su tiempo de vida «saludable», por decirlo de alguna manera, desaparezca y deje paso a lo que sigue aportando con su vitalidad.
Todo lo demás, me suena a que me estoy apegando. A que me resisto a soltar. A que me quedo enganchada por no perder, sin plantearme qué sentido tiene hacerlo.
Cuando me quedé releyendo la respuesta a la pregunta controvertida varias veces, dejé de pensar en cuál sería mi contestación, y me surgió otra cuestión (valga el pareado 😉 ).
¿Por qué nos toca tan profundo una pregunta así?
¿Por qué nos cuesta tanto y sentimos que tenemos que pensar muy bien la respuesta que vayamos a dar no vaya a ser que nos dejemos algo importante fuera?
Siento que lo interesante es el acuífero que viaja por debajo de las emociones que nos mueve una pregunta como la del inicio.
En ese momento, se cuestiona el aprovechamiento que estoy haciendo de cada instante de vida.
Se pone en juego el nivel de satisfacción con la realidad que he construido para mí.
Darme cuenta de si me he empapado de vida, o la he caminado de puntillas hasta ese momento.
Tomar conciencia de si realmente he estado presente en cada respiración, o si he estado tomando y soltando aire de manera inércica.
Todo esto es lo que verdaderamente nos sacude de tal manera que, una pregunta tan directa como la que abre este texto, genera un tsunami interno.
Reconozco que a mí también me sacude. Igual que lo hace cuando alguien deja de respirar.
Lejos de sarcasmos, estos momentos me devuelven a la auténtica realidad. Me recuerdan lo único verdaderamente indiscutible de la vida.
Estoy de paso.
Todo lo demás, es relativo.
Puede ser de un modo u otro.
Ocurrir o no ocurrir.
Pero el hecho de que aquí estamos de paso, es inexcusable.
Totalmente cierto. Y nos iguala a todos los seres humanos.
En este punto, la siguiente pregunta sería…
En este preciso instante,
¿podrías morir con una sonrisa?
_______
Foto: Shwetha Shankar (En: Unsplash).
Una reflexión muy sabia que remueve conciencias.
Fabulosa.
Que buena esta reflexión Maria! En mi vida por pérdidas de seres queridos o circunstancias personales en algunos momentos he sentido intenso el estar de paso. Siempre me ha sostenido la creencia firme de que la muerte no existe. Que sólo «cambiamos de traje». Lo que verdaderamente somos es invulnerable e inmortal. Este anclaje me ha mantenido en Paz con lo que es y me ha permitido acoger la posibilidad de la muerte o la muerte misma desde el agradecimiento a la Vida. Un beso!
Woooow, Concha. Certeras son tus palabras y van directas y sin titubear al meollo de la cuestión: «sólo cambiamos de traje. Lo que verdaderamente somos es invulnerable e inmortal». Seguiré creciendo para continuar con el proceso de integrar esta idea bien adentro.
Gracias, amiga.
Un abrazo grandote.
WOW, esa última pregunta es la que más me ha tocado. Todavía no! En este preciso instante???? No, está bien unos días, unas semanas, dame tiempo para prepararme de la manera que mejor pueda….YA! No, es demasiado, por lo menos dejame decir adiós, y recordarle a las hijas de dar de comer a los animales y regar las plantas, jajja, como si me fuera de viaje…y decirle dónde tienen los poquitos pesos que me quedan en el último cajón de la cómoda…Bah, ya revisarán y encontrarán lo que quieran encontrar, y tirarán el resto a su tiempo…Sí, creo que sí puedo morir ya mismo con una sonrisa. Será la misma con la que me recordarán, aún así de imprevisto.Pues sí he vivido y sigo viviendo una buena vida, lo más conciente que puedo, lo más alegre que me permito, lo más compasivo que me dan las fuerzas. Gracias, María, por la reflexión. Repreguntémonos todos los días .
Agradecida en la distancia, Silvia, por seguir conectadas a la vida, aprendiendo para ser conscientes de que la muerte forma parte de la vida misma.
Un abrazo y gracias por compartir tu presente 🙂
La muerte, gran motivadora de vida.
http://elclimaxdelcaminante.com/2018/03/23/desde-segovia-a-medina-de-rioseco-camino-de-santiago-de-madrid-dias-2-3-4-5-y-6-la-muerte-gran-motivadora-de-vida/
Mucho nos hace reflexionar ella (la muerte; bueno, no ella, sino lo que pensamos sobre ella). Y como cada persona tiene un concepto diferente sobre la muerte, pues a cada persona le inspira de una forma. Unos creemos que estamos aquí de paso y que después no hay nada. Otros creen que estamos aquí de paso y que hay otras vidas y la muerte es sólo una escala más… otros cambian de opinión durante la propia vida… en cualquier caso es importante.
«En este preciso instante, ¿podrías morir con una sonrisa?» Aquí y ahora sí (en otro instante no lo sé).
🙂
Los huesos… algo que, hasta al fuego, le cuesta hacer desaparecer… Símbolo de lo que somos en esencia.
¿Te he dicho alguna otra vez que me encanta cómo sacas las palabras a bailar?
¡¡¡Que no cese la música!!!
Abrazo, caminante de la vida.
Vaya, vaya. Maria 🙂 Con tu cuestionamiento nos pones delante de grandes reflexiones en torno a la VIDA -MUERTE y también torno a la MUERTE-VIDA.
Estamos ante un sentimiento de los llamados existenciales, es decir de los inevitables y esenciales. A pesar de ello intentamos evadirnos todo lo que podemos de sen-tir-lo. Esa es mi experiencia al menos.
Cada día se me «olvida» dedicarle tiempo y atención para vivir SINTIENDO que «estoy aquí y ahora de paso». Posiblemente en algún momento lamente no haber «cuidado» como se merece esta realidad que EN TEORIA profundamente se que forma parte de VIVIR
Hola Eva 🙂
Gracias por compartir. Siento que cualquier momento es bueno para darnos cuenta de este «estar de paso» y vivir cada instante a pleno pulmón. Y si no es continuamente y es «a ratos», mejor que si no es nunca. Todo está bien.
«Nunca es tarde si la dicha es buena», ya lo dice el refrán.
Un abrazo grandote