Rincón dicharachero / by María / 4 Comments
El bambú crece hacia arriba con determinación.
Si nos tumbamos en el suelo y miramos hacia la parte alta de la planta, nos damos cuenta de la decisión con la que se yergue desde la raíz.
Se extiende hacia arriba sin dudarlo.
Quedémonos ahí un rato mirando hacia arriba, hacia donde se encuentran las hojas en el extremo de las varas.
Sopla el viento. Y, entonces, las varas se empiezan a mover. A un lado y a otro.
Tan altas como son, da la sensación de que vayan a romperse en cualquier momento. Pero no.
Por muy fuerte que sea el soplo de Eolo, el bambú danza mecido por su canto.
Su cintura, flexible, permite que se doble a un lado y otro sin llegar a quebrarse.
¿Y tú, cuando la música de la vida suena y algo
(o alguien) te saca a bailar,
te rompes o fluyes en libertad?
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A veces me quiebro y otras fluyo con el viento😘
Ambas forman parte del misterio. Un abrazo, Concha
A veces es difícil dejarse doblar en la sabiduría del viento 🙂
Pero supongo que más difícil es no rendirse a su fuerza.
Siento que ambas posibilidades traen aprendizajes.
Gracias por compartir, Jose 😀