Ocurre siempre.
Siempre que suelto algo que me pesa, se abre un espacio.
Siempre que abro la ventana y dejo que salga lo que enrarece el ambiente, logro respirar con mayor ligereza.
Ocurre siempre.
A veces soy yo misma quien suelta o abre la ventana de par en par.
Otras veces no lo hago. Sencillamente porque no me doy cuenta de que algo interno me pide hacerlo.
Tal vez por miedo a salirme del camino que marqué como si fuera el único factible de transitar.
Ocurre siempre.
Siempre que trato de mirar hacia otro lado o de eludir lo ineludible, sucede algo que me lleva justo hacia ese lugar.
El lugar de la suelta.
El de la apertura.
El de crear espacio.
Ocurre siempre que yo me resisto.
Entonces, algo o alguien mueve una ficha y la maquinaria se pone en marcha.
Primero el miedo. Tal vez la sorpresa.
La reacción.
El grito o el lloro.
Después, siempre ocurre del mismo modo. Cada vez, con mayor naturalidad.
Un tiempo después de que todo se precipite, y que, a medida que vivo, se acerca más a la dimensión temporal más pequeña, viene la calma.
Una extraña sensación de paz.
De que todo está bien.
Que todo sucede tal y como tiene que suceder.
Que las vivencias traen justamente lo que vinieron a traer.
Que no podía ser de otro modo.
La diferencia sólo es esa: o muevo yo, o la vida mueve para que llegue a la misma conclusión.
A medida que voy cumpliendo lunas, agradezco con mayor confianza que ella (la vida) esté alerta para que, en aquellos momentos en los que me hago la despistada, todo se confabule para que llegue a poder ver lo que no quise mirar por mí misma.
Coincido ocurre siempre Bendito Espacio!
La danza con la realidad 🙂