¿Qué parte de lo que vemos nos pertenece verdaderamente?
¿Qué parte de lo que vemos en otras personas les pertenece en realidad?
De aquello que vemos en nosotras,
¿qué nos define y forma parte de nuestra esencia y qué asumimos por algún tipo de mandato (interno o externo)?
Cuando vemos en otra persona, ¿estamos seguras de que nuestra visión no viene condicionada por nuestro pensamiento?
¿Es propio de la persona todo lo que vemos en ella, o una parte tiene lugar a través de lo que proyectamos?
¿Cuánto de lo que asumimos como propio no nos pertenece?
¿Qué parte de lo que vemos en otras personas es nuestra responsabilidad?
Somos organismos permeables.
Nuestra piel es permeable a la humedad, a la temperatura.
Nuestro sentir es permeable a nuestras vivencias.
Todo lo que experimentamos en la vida, cala en nuestro interior de una manera o de otra. Aporta a la configuración de nuestras creencias y nuestro pensamiento. A la construcción de nuestros patrones y a la adopción de hábitos.
Lejos de ser impermeables, la vida nos atraviesa, en el buen sentido de la palabra. No pasa bordeándonos, sin más. No se desliza sobre nuestro cuerpo y se escurre pasando de largo sin dejar rastro.
Siempre queda una huella, un indicio, un recuerdo de su presencia. Si no fuera así, no seríamos capaces de aprender. No creceríamos más allá de nuestra estructura física.
De esta manera, si la vida no pasa simplemente por nuestro lado, sino que queda presente, en cierto modo, en nosotras, ¿estamos seguras de que lo que vemos en nosotras EN ESTE MOMENTO pertenece a nuestra actualidad? ¿Podría ser que una parte venga acompañándonos desde algún momento anterior y se haya quedado instalado?
Si las experiencias no las vivimos sin más, sino que se incorporan a nuestras células, ¿cuánto de lo que vemos en otras personas con las que vamos compartiendo podría venir de experiencia vividas anteriormente al encuentro con ellas?
Puede parecer un trabalenguas. Pero trato de reflexionar sencillamente sobre la maravillosa diversidad en nuestra capacidad de percepción, y sobre el amplio abanico de posibilidades que existe para interpretar lo que vemos en nosotras y en otras personas.
Tengo la sensación de que, efectivamente, no todo es blanco o negro. Sino que la paleta de colores es mucho más real que una simple invención.
De lo que veo en mí ahora,
una parte pertenece a este tiempo y, por lo tanto, me define en este lugar.
Otra parte,
me definió en otro momento y deja de tener sentido en esta etapa de mi vida.
Darme cuenta de esto, me abre la puerta para reconocer qué me aporta valor y qué no. Qué elijo mantener conmigo, y qué no tiene sentido que siga formando parte de mi haber. En relación a esto último, que algún aspecto viaje conmigo porque, efectivamente, forma parte de mi historia, no significa que le reserve un lugar en el puesto de mando.
Tomar conciencia de esto, implica tomar decisiones acerca del lugar desde el que quiero vivir.
De lo que veo en otras personas,
una parte es posible
(eso lo tendrán que decir ellas) que les pertenezca.
Y también es probable que otra parte, aparezca ante mi vista a modo de espejo para que yo vea algo en mí que, de otro modo, tardaría más en ver o no vería nunca.
Si esto es de este modo, ver en otras personas, me habla en cierto modo de mí, y pararme a escuchar, me brinda la posibilidad de darme cuenta, de ampliar el conocimiento sobre mí misma y de aligerar la carga que deposito en los demás, de fluir más en las relaciones.
¿Dónde te lleva a leer estas palabras?
¿Sientes que resuenan en tí? ¿En qué sentido?
Los próximos días, que son de compartir intensamente y de cerca con otras personas, te invito a prestar atención y a profundizar más allá de lo que ves.
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Foto: Forrest Cavale (En: Unsplash).
Gracias por esta hermosa reflexión,si son días de escuchar de sentirse cerca,de conversar sobre la vida de mirar atrás y ver los pasos que otros pasos borraron,es un tiempo también de incertidumbre días de aparcar los miedos, gracias por poner un espejo en tus palabras,para mirar nuestros sentimientos, gracias siempre gracias.
Días para escuchar, para mirar. Para abrirnos a recibir, a ver 🙂
Un abrazo, compañero de lápiz y papel.
Me encanta la forma que tienes de contar todo esto. 😀Yo también creo que vemos el mundo como somos no como es. Y que somos el conjunto de aprendizajes que traemos con nosotros, a través de ellos vemos la vida ; no nos damos cuenta de la enorme cantidad de posibilidades a las que no estamos presentes. Resulta complicado cambiar hábitos arraigados firmemente en nuestro inconsciente sin revisar las creencias que operan en automático, Un beso compañera.
Qué lujo que compartas tus sensaciones, Concha. Coincido contigo: son los aprendizajes a partir de las experiencias vitales los que nos van configurando, los que nos llevan a situarnos de una manera u otra en el mundo. Siento que precisamente este detalle es el que convierte a la vida en sí misma en una aventura increíble, y, al mismo tiempo, lo que nos abre la puerta a que seamos protagonistas de los cambios que queramos experimentar.
¿Qué he aprendido hoy? ¿Qué decisiones voy a tomar a partir de ese aprendizaje que descubro hoy? Las respuestas serán las que orienten la brújula para continuar caminando nuestra hoja de ruta (vida).
Un abrazo gigante, compañera de camino 🙂