Esta es otra de esas veces que escribo sobre la increíble habilidad que tiene la vida para ponernos delante según qué cosas. Y, es muy posible que esta ocasión tampoco sea la última vez que lo haga.
Es algo en lo que me estoy fijando de un tiempo a esta parte, y que no deja de fascinarme.
En el lugar en el que vivo, hoy es el día de Reyes. El último día de las fiestas navideñas. Un día en el que es tradición hacer regalos a la gente querida.
Hoy me levanto y las primeras horas me traen a caminar cerca del mar, uno de mis puntos de recarga por excelencia.
Hace un día espléndido. El mar esta agitado. No demasiado. Lo justo para que su canto acompañe el caminar a lo largo de la playa.
Sólo escucho el rumor de las olas. El fresco de primera hora, se disipa después de más de una hora de paseo, y la calidez de los rayos del sol, me abrazan en un regalo inesperado.
De tanto en tanto, miro hacia la arena de la orilla. Busco una piedra que me llame la atención.
Ya he elegido la palabra que me acompañará en los próximos doce meses, y me gustaría escribirla sobre una piedra y tenerla a la vista para mantenerla presente.
Presente. Sinónimo de regalo.
Presencia.
Hace unos días, una amiga compartía conmigo esta reflexión. “Utilizar la palabra presente para hablar de un regalo, implica incluir el hecho de compartir con presencia. Lejos de compartir cualquier cosa o de cualquier manera, la acción de hacerle un presente a alguien lleva implícito el significado de hacerlo en plena presencia” (J.).
Cuando vengo a visitar al mar, siento que estoy presente. Me siento en completa presencia. Es algo que ocurre sin más. Sin planificar. Sencillamente sucede de esta manera.
Cuando bajo la mirada y pongo la atención en que una piedra me encuentre, me brindo al momento presente.
La tengo. Limpio la arena que la cubre bañándola en agua de mar y me dirijo hacia la pasarela de madera agradeciendo el sonido del mar y el mar radiante.
Debo seguir presente, porque justo antes de empezar a caminar sobre las traviesas dispuestas sobre la arena, otra piedra capta mi atención. Me inclino ante ella y la recojo.
Otras veces he buscado piedras con esta forma y nunca he encontrado ninguna. Tal vez haya cientos de ellas. Es muy posible. Y yo no las veía.
“Todo siempre está,
pero no lo vemos” (R.)
Sí. No lo vemos hasta que no estamos preparados para recibirlo. Como se suele decir: “hasta que no es el momento”.
La vida es generosa y nos muestra una y otra vez lo que hay, que es todo en realidad.
Un buen día, hacemos click, sin saber bien cómo ni por qué, pero eso no importa, y entonces vemos lo que existe. Lo que siempre estuvo ahí para que lo viéramos.
Entonces, ese día, la vida sonríe al observar que, por fin, elegimos ver más allá de solamente mirar.
Salgo de la arena manteniendo la sonrisa.
Para responder a tu curiosidad: regreso a casa con las dos piedras en mi bolsillo. Cada una se hizo presente por una razón.
Es en la primera que encontré en la que incluiré a mi compañera para el 2020: DISFRUTAR. Pero la escribiré acompañada también [1].
Vivir es disfrutar
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[1] Gràcies Paco, pel teu matís 🙂

¡Precioso! Presencia, presente. Pre-sentir para sentir 🙂 Guardo tus palabras con otra piedrita en mi bolsillo para para recordarlo estos 12 meses.
Un abrazo, preciosa 🙂