Ayer hizo más de una semana que entramos en lo que, por todo lados, se habla de “confinamiento”. El verbo latino confinare, deriva del vocablo clásico confinis. Esta palabra está compuesta del prefijo con-, (que recoge la idea de encuentro, de estar conjuntamente, en comunidad de compartir algo), y el sustantivo finis (límite, frontera, final, confín). Viendo esto, la palabra de la que tanto se habla estos días, me sugiere algo así como “compartir un límite común”.
¿Qué te sugiere la palabra confinamiento?
A mi modo de ver, siento que trae consigo una buena dosis de angustia. De opresión. De carga pesada que, de alguna manera, hay que llevar sí o sí. ¿Sí o sí?
Algunas personas dicen que soy un tanto inconsciente. No ahora. Sino que un ápice de inconsciencia forma parte de mi persona. Otras opinan que soy muy cabezota, que trato de darle la vuelta a todo y que me gusta discutir. Un tercer grupo apunta que les gusta escucharme (o leerme) porque aporto otra mirada a las cosas, una mirada que no se han planteado de manera consciente y que llegan a reconocerse a sí mismas en mis palabras.
Sea como fuere, a los hechos me remito, refiriéndose a un límite infranqueable, la palabra confinamiento, alude en su esencia a la idea de permanecer juntos, reunidos. A encontrarnos en comunidad, en grupo, en familia. Pero, sobre todo, a encontrarnos con nosotras mismas.
Estos días, la soledad planea sobre casi todas las personas. Las que están confinadas juntas porque, decimos, no podemos salir a la calle ni ir de un lado para otro, como solemos hacer. Las que viven o están solas, porque ven crecida su condición cotidiana al restarles los espacios de encuentro en el exterior. De un modo u otro, todas estamos poniendo el foco ahí fuera. De la puerta, hacia afuera.
Lo cierto es que no pretendo quitarle valor a salir a pasear. A charlar con los vecinos en la esquina de casa cuando voy a comprar. A ir a visitar a quien quiera en cualquier momento. Todas estas vivencias tienen su valía.
Mi intención es mirar también hacia otro lugar. Para sumar. No para sustituir.
¿Qué hago cuando un día tras otro, mi modus vivendi se reduce a estar en casa, bajar lo justo justísimo a comprar y ojito con alejarme más metros de los permitidos del domicilio no vaya a ser que la justicia caiga como un rayo y me pille por el camino?
¿Qué hago con lo que me viene así, sin avisar, sin que pueda controlar nada?
Puedo quedarme pensando en lo que podría ser si…, en lo que haría si en lugar de esto ocurriera lo otro, en lo distinto que sería todo en otro tipo de situación. Es algo que hacemos de manera inércica, no solo en estos momentos, sino con cierta frecuencia en nuestro día a día. Se llama expectación.
También puedo darle un giro al pensamiento y ver cómo hago para que tome otro rumbo. En realidad, puedo observarlo, sin conducirlo.
Hoy me he despertado temprano. Estoy tratando de mantener este hábito desde hace unos días. Para construir una rutina a mi servicio, y que no sea la monotonía aparente la que se apodere.
Hoy me he despertado temprano. He salido de la cama. Me he preparado una infusión después de estirar el cuerpo unos minutos y, lo siguiente era sentarme a trabajar.
No, no teletrabajo. Cuando empezó todo, estaba inmersa en un programa mixto de formación y empleo. En mitad de la etapa formativa, se desató esta situación y nos mandaron a casa hasta nueva orden. Tengo algunos trabajitos que cumplimentar, pero como no son urgentes, los tengo un poco aparcados.
Esta situación de confinamiento, esencialmente, me suena.
Viví una similar hace casi 2 años. Caramba, cómo pasa el tiempo.
En aquel momento fue un período para recuperarme de una operación, lo que me llevó a ralentizar la velocidad. También a estar confinada. En aquel momento fueron solo unos días de auténtico confinamiento. Luego vinieron dos meses de quietud relativa, para pasar la recuperación fuera de casa, sin ir a trabajar y moviéndome despacio. Hasta que recupere la normalidad y pude volver al hogar.
En aquel momento podía moverme de aquí para allá sin tanta limitación como hay ahora establecida. Y, sin embargo, la sensación era la misma: pérdida de libertad.
La estrategia que seguí entonces, y que sigo ahora, también es similar.
Es una situación que no puedo cambiar. Es la que es. Tengo dos opciones: pelearme con ella, anhelar que sea distinta, lamentarme de que me limita, o vivirla.
¿Qué significa vivir una situación?
Significa experimentarla en toda su dimensión. Sin dejar nada fuera. Prestar atención a las emociones que nos mueve. A las sensaciones que nos despierta. Significa escuchar cómo responde el cuerpo. La rebeldía que se desata dentro. Las ganas de que todo acabe. Sí, todo esto. Pero todo esto es solo una parte. Es solo una dimensión [1].
Encuentro que sería injusto dejar de atender la creatividad que surge. La inventiva que aparece para romper lo que se convierte en rutinario. La imaginación que aparece para resolver de manera distinta a como hacemos normalmente. Esto también sucede. Es otra dimensión. La que completa a la que surge primero como resultado del efecto “rebote”.
Hoy me he despertado temprano. He estirado un poco el cuerpo. Me he preparado una infusión y, al pasar por el comedor, he escuchado que seguía lloviendo. Como está ocurriendo desde hace casi nueve días sin descanso. De repente se me ha encendido la bombilla. He cambiado el rumbo que llevaba y se dirigía hacia la mesa del ordenador, y me he acercado al sofá. He abierto una ventana de par en par, he tapado la taza para que no se enfriara la infusión, he desplegado una manta, y me he sentado a escuchar caer el agua con los ojos cerrados.
Esto también sucede. Aunque lo esperable (al menos en mi caso) era pasar de largo, encender el ordenador y ponerme a resolver varias cuestiones pendientes.
Hoy es el día 9 de este confinamiento que he decidido convertir en un tiempo creativo.
Porque, además de entrarme ganas de que salga el sol, este ha elegido seguir escondido detrás de las nubes tupidas y no puedo hacer nada para cambiarlo.
Porque, además de preferir estar paseando y disfrutar de la entrada de la primavera, este año cuando llegó ya estábamos metidos en casa y movilizados a permanecer.
Porque puedo hacer dos cosas: levantarme cada día y desear lo que, por el momento, no es factible, o darle la vuelta y mirar la otra cara que también existe. La de un tiempo extra, con el que no contaba, y que me brinda la oportunidad de dedicarlo a todo aquello que, fuera del recogimiento, no existe la posibilidad de disfrutar con tanta presencia.
Después de más de una semana hilando fino, ayer salió a la luz una parte de la creatividad que vengo desarrollando. Porque estar confinada abre la mente, y nos lleva a inventar nuevas maneras de encontrarnos.
Ayer salió a la luz “Hilando el desorden”. Un cuaderno que hemos creado tres hilanderas de palabras. Un contenido que elegimos, cada una desde su lugar, en tres puntos cardinales distintos del país, tejer juntas para compartir desde lo que nos apasiona: la escritura puesta en marcha desde el corazón.
¿Qué te apasiona?
¿Qué es aquello que no requiere de grandes inversiones, estar en un lugar especial, ni contar con elementos difíciles de encontrar y que ahora puedes poner en marcha porque disponemos de un tiempo de encuentro con nuestra creatividad para materializarlo?
Todas las personas tenemos un don. Un don no es algo estrambótico ni complicado. Es algo sencillo. Que surge casi sin querer. Que está ahí. Que viaja contigo, en tu bolsillo. Puede responder al verbo hacer. Pero también al estar, al ser. Aprovechemos este tiempo de confinamiento para desplegar sus alas.
Sí, ya sé. Así de repente puede parecer una pregunta trampa. Difícil de encontrarle una respuesta. No la busques. Deja que te encuentra ella a ti.
¿Qué es aquello que disfrutas sin importar el tiempo dedicado?
No hace falta esperar a jubilarnos o a que nos toque la lotería.
Acaba de aparecer un tiempo de confinamiento. De encuentro. Contigo.
¿En qué eliges emplear este tiempo?
Hoy me he levantado temprano. Permanezco presente en la situación. Anoche escuché las noticias como cada noche. Y fui a comprar para no tener que volver a hacerlo hasta dentro de cuatro o cinco días.
Me he levantado, he estirado un poco el cuerpo, preparado una infusión, escuchado la lluvia un buen rato y después me he sentado. Pero no delante del ordenador a resolver temas pendientes. Sino delante de un cuaderno a escribir estas lineas. Ha surgido así. Y está bien.
Agradezco este tiempo para reflexionar hacia dentro y compartir la reflexión hacia afuera.
Y agradezco también que esté siendo este un tiempo de creatividad, algo que hace no tanto, pensaba que se había quedado aletargado.
La creatividad consiste en crear, en convertir en visible algo concreto. Esta es una parte. Pero no engloba la totalidad.
La creatividad también acompaña a lo sutil. A estar presente para ti y para otras personas. A un abrazo, en vivo o en diferido. A escuchar tu cuerpo, el silencio. A compartir. En la cercanía y también en la distancia.
¿Qué eliges crear en este tiempo que aparece así, de repente?
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Foto: Jason Leung (En: Unsplash)
[1] Es curioso que esté reflexionando sobre esto. No me considero una experta en la materia precisamente. Seguramente digo hacia afuera lo que me estoy enseñando hacia adentro: a vivir plenamente las situaciones 😉
Feliz CONfinamiento, CON tu entorno y CONtigo misma 🙂