Un guiño al Círculo de Hilanderas con las que tejo en estos días inciertos fábulas, cuentos, historias verdaderas y novelas de aliento, y al que vamos sumando nuevas tejedoras de palabras.
Un lujo hecho cuaderno 🙂
Juntas mantenemos las agujas de tinta en movimiento.
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Hilvan de trinos. Contiene la silueta de los pensamientos desordenados.
Rabos de nube. Blancos. Dispersos. Salpican lo alto franqueando el paso de los rayos de sol que, por fin, hacen acto de presencia.
Hebras de viento. Enroscadas entre las acículas de los pinos que pueblan el borde del sendero.
Un camino que parte del olvido. Para dirigirse saltando entre las rocas hacia el linde de una hoja de ruta que se resiste a ser dibujada con nitidez.
Hilvan de trinos.
Rabos de nube.
Hebras de viento.
Tejido de una tela de araña suspendida entre los matorrales.
Frágil en apariencia. Consistente en lo más hondo de sus entrañas.
Capaz de sostener un cuerpo varias veces más pesado que ella aún en movimiento. Y permanecer ahí. Sólida. Perseverante.
Con la paciencia infinita del rompiente del mar que blande puntadas en las piedras de la orilla.
Un mar lejano. Cuyo canto parece confundirse con las ráfagas de aire que se cuelan dentro del bosque. Entre los quebrados del desfiladero.
Hilvan de trinos.
Rabos de nube.
Hebras de viento.
Tela de araña.
Puntadas de mar.
Retazos de sombra y sueños, asomados a la boca de una marmita en la que se cuecen a fuego lento las historias de una vida.
Mariposas que rozan con sus alas los renglones que suscriben la narración silenciosa de mil y una noches en vela.
Hilvan de trinos.
Rabos de nube.
Hebras de viento.
Tela de araña.
Puntadas de mar.
Retazos de sombra y sueños.
Regueros de tinta cosidos entre los poros de las hojas en blanco de un cuaderno que espera impaciente a que el duende despierte.
Marmita de gigante.
Duende inquieto y travieso.
Ingredientes suspendidos sobre el saliente, pendiendo de una escalera de madera y cuerda.
El sol trepa los peldaños, calentando el contorno de los huesos dolidos.
Hilvan de trinos.
Rabos de nube.
Hebras de viento.
Tela de araña.
Puntadas de mar.
Retazos de sombra y sueños.
Costura de tinta.
Preludio de una aguja enhebrada con atino.
Ropaje tejido al compás del tomillo florido.
El mismo que suena callado en el monte, ajeno al ruido de las sirenas que pueblan las calles vacías de un pueblo dormido.
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Foto: Ollis (En: Unsplash)
María, qué belleza de texto; cuanta fuerza e imagenes que me transportan. La araña que teje, cuida y comparte. Lo guardo para ponerlo en mi corcho en cuanto pueda imprimir 🙂
Mil gracias, hilandera. Tus palabras siempre alientan, impulsan e inspiran. Muy necesarias estos días. Gracias 🙂
Continuamos tejiendo juntas, preciosa 🙂
Recuerdos a los robles, a los castaños y al mar del norte que tanto extraño.
Abrazo.