Me gusta ser rara.
Ni pretendo, ni quiero aparentar que no lo soy.
Me gusta seguir mi propio patrón.
Soy rara porque trato de seguir mi propia corriente. La que me susurra el corazón.
Esto, que debería ser lo más normal del mundo, parece que no es practicado por toda la gente.
Veo que no lo es cuando hay personas que se sorprenden de que construya la vida que me palpita, aún cuando esto suponga ir en una dirección distinta a la usual, cuando hago diferente a lo que se supone que debería hacer, o cuando lo que digo o siento, suena a inconsciente.
Soy rara porque salgo a pasear cuando casi todos aún duermen, o cuando ya no queda casi un alma por recogerse.
Porque disfruto como una enana en esos momentos en los que prácticamente nada se escucha, y precisamente los sonidos son más nítidos. Cuando nada artificial tapa el susurro sutil de lo que nos rodea. Cuando no es necesario ir con todos lo sentidos ocupados por las bocinas de los coches, y los oídos pueden respirar y hacer espacio para que entren los trinos de los pájaros o el murmullo del aire.
Soy rara porque a las 8.15 de una mañana de sábado, he salido de casa para venir a sentarme al lado de una caída de agua y dejo que su canto me inunde sin límite.
Porque, de vez en cuando, levanto la vista del cuaderno en el que escribo esta declaración y me pierdo observando cómo una abeja liba hacendosa unas amapolas que crecen en las grietas de la roca sobre la que estoy sentada.
Porque me senté aquí sin apresurarme a ir corriendo a coger turno en la cola de la tienda para hacer la compra.
Me declaro abiertamente rara porque para amar necesito ver a la otra persona en el fondo de sus ojos.
Porque para mí el cuerpo no es suficiente.
Porque sin que aparezca el temblor bajo una caricia, como lo hace cuando miro un amanecer desde la orilla del mar, no me basta.
Porque he tardado más de cuarenta años en darme cuenta de esta simpleza tan bella.
Soy rara porque me gusta caminar en silencio.
Porque las peregrinaciones en masa no son objeto de mi devoción, y cuando más disfruto es cuando voy a la montaña con poca gente y somos capaces de caminar con el sonido de nuestros pasos como único compañero.
Porque no tengo prisa por llegar a la cima.
Porque he aprendido a que el reloj no es quien domina el tiempo, sino que es cada cual quien le otorga su magnitud real.
Porque cuando me tumbo a mirar el vuelo de las nubes, logro que el tiempo se detenga igual que ocurre cuando me fundo en un abrazo.
Soy rara porque juego a salirme de los caminos pautados para adentrarme en el bosque a pasear entre los árboles.
Porque, al paso, me detengo a darle permiso a las yemas de los dedos para que curioseen en los recovecos de su corteza o dibujen el contorno de la vegetación que crece a sus pies sin preguntarme cómo ni cuándo, y menos aún por qué eligieron crecer en ese lugar.
Porque quedarme embobada mirando cómo un curso de agua se disfraza de saltimbanqui entre los guijarros del lecho de un río, me proporciona un estado de embriaguez mayor que la más dura de las drogras.
¿Qué rara eres? – me dicen.
Porque agua que veo, agua que necesito catar.
No, no me refiero a beberla, sino a zambullirme en ella.
¿Ah, no?, ¿no es raro?
¿Y si te cuento que bañarme en el mar el primer día de enero (pleno invierno en el hemisferio septentrional en el que habito) es una de mis maneras preferidas de darle la bienvenida a la nueva ronda solar,?, ¿que bañarme en un un ibón rodeada de las montañaa de los Pirineos en septiembre lo vivo como un auténtico placer para los sentidos?, ¿o que cuando noto que estoy a punto de desbordarme o me encuentro atrapada sin respuesta, corro a bañarme en alguna poza de río y logro justamente la conexión que necesito para retomar el pulso de la existencia, sea la época del año que sea?
Disfruto como pez en el agua, y si el baño es en agua fría, tanto mejor.
¡Eso sí!, a menor temperatura, mayor probabilidad de que el baño sea «modelo infusión» 😉
Te lo dije.
Soy rara.
Me gusta ser rara.
No sería yo si no lo fuera.
Porque siento que sería incapaz de dejar de salir y entrar a mi antojo.
De no detenerme a prestar atención a un imprevisto aunque eso suponga perder un tren que tenía agendado.
Porque digo las cosas tal y como me vienen. A veces sin decorarlas demasiado. Qué le voy a hacer.
Porque me cuesta disimular y la expresión del rostro no deja espacio para la duda.
Soy rara porque me voy dando cuenta de que vivir es justo ahora. Ni antes, ni después.
Y esto parece que no deja de sorprender. Incluso a mí.
Tal vez sea esta la menos rara de mis rarezas.
Cada cual tenemos nuestra particular expresión de rareza.
Es parte de lo que hace de nosotras, personas únicas e inimitables.
Podemos encontrar una, dos, tres… rarezas de las nuestras en otra persona, pero encontrar la combinación de todas ellas en alguien distinto a una misma, esto sí que sería raro.
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¿Hay algo que te lleve a pensar que eres una persona rara?
Esas «rarezas» únicas son las que nos hacen únic@s. Y eso mola.
Es difícil a veces, sobre todo cuando eres cría, aceptar esas rarezas… a mi me pasaba (ya tu sabes).
Pero también me pasó como a no sé quién que dijo: «quería ser normal hasta que me di cuenta de que ser normal era aburrido» juasss. Entonces a partir de ahí te preguntas, ¿por qué tengo que hacer esto o sentir aquello si no conecta conmigo? ¡a tomar viento! Entonces es cuando aprendes a fluir con tus rarezas, a abrazarlas. Y eso mola. Y resulta que entonces te vas encontrando gente singular, que tiene rarezas diferentes a las tuyas y eso también mola. Porque te reencuentras de alguna forma con los de tu «especie de raros». Y entonces compartes tus «rarezas» con las «rarezas» diferentes de otros. Y entonces te das las gracias a ti misma de abrazar esas «rarezas» que son lo mejor que tenemos. Cada uno las nuestras.
A mi una amiga me definió como «outsider» y me gustó la expresión y me la apropié, aquí lo cuento: https://elclimaxdelcaminante.com/2019/03/22/el-camino-de-santiago-y-los-outsider/
Me ha encantado el post, prima. Abrazos virtuales.
Abrazo enorme de vuelta. Encantada de compartir rarezas contigo 🙂
Rara nada eres unas de las personas mas hermosas que no conozco,un besote gracias por estos maravillosos momentos de pararse y ver que la vida es otra cosa, y si te dicen rara que se miren en un espejo con luz.
gracias.
La vida es otra cosa, y todas las cosas a la vez. Es la maravilla de la diversidad.
Un abrazo, amigo palabrero, y gracias por tu comentario.
Querida María, qué rareza tan bonita leer tu alma en cada palabra. Permíteme que lo haya sentido así.
No puedo comentar párrafo a párrafo lo que has escrito porque este comentario se volvería interminable.
He podido ver esa poza de río, esa abeja y las amapolas naciendo en la roca, guiñándote un ojo mientras te dicen «Nosotras también somos raras, mira de dónde fuimos a salir». Gracias por llevarme de viaje hasta ahí.
Aquí otra rara, encantada de serlo (lo digo ahora con 41, me tendrías que haber visto de cría, de jovenzuela veinteañera y treintaypocos también, tristona por no encajar del todo). A mí también me lo han llamado: a veces con pizcas de admiración o aceptación, otras veces con enmascarado ataque «eres una tía más rara…». Ay, pero con qué gusto me siento ahora orgullosamente rara.
Virginia Woolf dice «No hay necesidad de apresurarse. No hay necesidad de brillar. No es NECESARIO ser nadie más que uno mismo». Me gusta esa frase.
Recibe un abrazo de otra rara.
Y larga vida a tu esencia rara, única, perfecta en sí misma. Así tal cual es.
Grande Pilar!! Grande Virginia!! 🙂
Gracias por compartir, preciosa. Te mando un abrazo grandote (cada vez más cerca del mar).
Aquí otra rara que al leerte se ha sentido muy identificada con tus palabras y tus «rarezas».
He pasado la gran parte de mi vida en la sombra, fingiendo ser lo que no era para no ser tan rara y que me aceptarán en un mundo donde sentía que no pertenecía.
A día de hoy, después de bucear muy profundo, toda esa sombra está llena de luz y mis hermosas rarezas fluyen por todos los poros de mi piel.
Me miro, sonrío, me reconozco, voy siguiendo a mi corazón, auténtica, sin importarme lo que digan o piensen de mi, viviendo en presencia y en pura consciencia. Es una sensación de libertad indescriptible, tan hermosa que a veces me descubro llorando agradecida.
Ahora muchas noches mientras observo mis rarezas y mi locura (que de eso parece que también tengo un rato) a la luz de la luna me pregunto sorprendida ¿Por que son tan raros y están tan locos en este planeta?
Gracias María por compartirte y bajar a Tierra a través de estas letras mi sentir y de todos los raros del mundo.
Abrazo!!
Encontraste tu lugar de pertenencia. Ahí. Justo ahí. Contigo 🙂
Agradecida de leer tu compartir, Yolanda. Muy hermoso y sentido.
Un fuerte abrazo.