CONTEXTO
Este año, como muchos otros momentos de los que llevamos de año y los que vendrán, el mes de agosto (mes de vacaciones en España) ha sido extraño.
Sin embargo, me he dado cuenta de que hay algo que se repite siempre.
Y este año me he decidido a garabatear a conciencia, y a raíz de las mismas sensaciones que tengo en otras ocasiones cuando viajo, qué es lo que caracteriza las vivencias durante las escapadas del supuesto período vacacional.
Estos son mis apuntes…
PARTE I
7 días en compañía, conversando a cada minuto.
Lugares: Collabató (Barcelona), Carballo y otros lares (Galicia)
y Sanabria (Zamora).
Visité rauda y veloz 7 lugares atestados de gente.
Los lugares elegidos para visitar me parecen mágicos a tenor de otros viajes, y parecieron perder su magia en tan poco tiempo.
Por suerte, sé que siguen ahí.
Esperando a que regrese para paladearlos tranquilamente.
Para bañarme en el río por el que pasé de puntillas.
Para tumbarme al borde del mar sin mirar el reloj.
20 provincias atravesadas (entre el ir, el venir y el durante).
2469.9 kilómetros recorridos en coche.
(¡Gracias, Willy!)
Yo diría que apenas 25 kilómetros fueron caminando.
Escribí un día.
153 fotos almacenadas en la tarjeta del teléfono.
Muchas de ellas las borraré cuando me dé cuenta que son similares entre sí y necesito liberar espacio.
La carga del móvil rara vez aguantaba más allá del mediodía sin conectarlo de nuevo a la red eléctrica.
Al regresar,
necesité 3 días para recuperar el aliento.
En el entreacto,
diligencias varias en la administración.
La energía que me regalaron los bosques y el mar, pareció escurrirse con cada segundo de esas 72 horas.
PARTE II
4 días en soledad en una casita en la montaña, a una distancia entre 2 y 3 horas de la puerta de casa.
Alrededor de 30 kilómetros sin salir del término municipal.
Teléfono móvil apagado la mayoría del tiempo.
Lo que en un principio apareció como un desafío por la limitación del suministro eléctrico, se acabó convirtiendo en el mejor aliado para sincronizar mi reloj interno con el del sol.
Al finalizar los 4 días, la batería áun marcaba el 23% de disponibilidad.
Retomé la lectura por placer.
Revisé un libro que tenía pendiente desde hacía meses.
Medité todos los días un rato.
Recuperé la escritura matutina.
Muchas de las emociones que se agitaron durante la primera semana, encontraron su lugar y se calmaron al hilo de escribir.
Ninguna foto.
Los paisajes se quedaron impresos en la retina.
Siento que es suficiente.
Tiempo para hablar con los árboles y las montañas.
Ver corzos y águilas.
Observar cómo corre la sombra de las nubes por el valle
y la cresta de la sierra.
En 4 días me crucé con 5 agricultores.
Volveré a casa caminando.
Subiré a un alto desde el que veré el mar al fondo.
Un regalo gracias a la atmósfera limpia por el viento fuerte de ayer.
Me bañaré en el río para celebrar y comeré rico.
Tengo la sensación de que la vitalidad que me ha inyectado este lugar tan cercano, mantendrá su pálpito durante varias semanas 🙂
IDEAS FINALES Y CONCLUSIÓN
Estas líneas las escribo mientras doy un paseo de más de 2 horas al final de la segunda parte de las vacaciones.
Sin prisa. Deteniéndome cuando siento que quiero hacerlo.
Dando permiso a las ideas para que fluyan y se organicen en el papel.
Sin dirigirlas a ningún lado.
Hacía meses que no hacía esto.
Una buena práctica para conectar con la escritura intuitiva 😉
Te invito a que la pruebes.
Surgen cosas interesantes.
En mi caso, me ratifico en la idea de viajar despacio.
Hay quien lo llama viajar en modo slow.
Practicar el turismo creativo.
O ser turista experiencial.
Tanto da.
Da igual si viajas solo o con alguien.
Si vas a uno u otro lugar.
Los elementos de fondo son los que hacen la diferencia.
El fin es el viaje en sí mismo.
Sencillamente.
Y ahora… ¿en qué piensas?
Leo tus impresiones al pie de esta entrada.
Aprendí ,hace poco , a disfrutar del viaje de la forma que lo relatas. Es enriquecedor al máximo.
🙂