Los últimos meses ando con varios frentes abiertos en cuanto a revisión personal se refiere. Siento que este es un camino que inicié hace mucho más tiempo, años, pero desde hace algo menos de un año la revisión está siendo más intensa.
A veces experimento atascos.
Ganas de parar.
De mirar para otro lado.
Sin embargo siempre, siempre sucede algo parecido a encender una bombilla.
Entonces se deshacen los bloqueos.
Vuelve la motivación por continuar investigando.
De seguir mirando a la vista de seguir descubriendo y entendiendo.
Es curioso, porque cuanta más conciencia tomo de lo que me ha traído hasta este punto de la vida, experimento de manera más frecuente la capacidad de ver mi reflejo en otras personas.
Lo que descubro en mí lo detecto con facilidad en otra gente, y esto permite verme desde fuera.
Visión periférica para reconocerme.
Veo en los demás cuestiones propias. A la vista de lo que me lleva a sentir, surge la posibilidad de elegir si quiero quedarme ahí, experimentando lo que me hace ruido, o si prefiero salir y poner distancia para no hacerme cargo.
Lo mismo sucede hacia dentro: ver aspectos míos en otras personas, habilita saber lo que provoca en los demás (a la vista de lo que provocan en mí las cuestiones de los demás) y entonces puedo elegir si quiero seguir manteniendo esos mecanismos o dinámicas que ya veo que no traen nada bueno, o elijo soltarlas porque no aportan en positivo para vincularme de manera sana.
Hoy pude ver el impacto tan grande que provoca vivir a la defensiva.
Tomarse las cosas personalmente lleva a levantar muros de hormigón.
A cerrarse en banda.
A no escuchar.
A bajar la persiana.
Incluso a sacarnos de circulación y a que queden ocultas nuestras virtudes enterradas por el cierre.
Levantar las armas, muchas veces motivado por suposiciones, inhabilita cualquier opción.
¿Cuál es la razón de vivir en alerta permanente? Bueno, supongo que las experiencias que percibimos de manera dolorosa. Eso es lo que lleva a establecer creencias relacionadas con la desconfianza y a que se encienda el piloto rojo a la mínima de cambio.
¿Consecuencias?
Todas.
Desaparece el espacio para el diálogo.
Se esfuma la posibilidad de conectar de corazón a corazón porque nos colocamos en la mente en forma de manía persecutoria.
Y condenamos cualquier atisbo de entendimiento.
“No tomarse las cosas personalmente”. Uno de los cuatro acuerdos descritos por Don Miguel Ruíz a la luz de la sabiduría de la cultura nagual y que apuntan a establecer vínculos más saludables.
Este ha sido el momento ahá de hoy.
Algo de lo que ya era consciente pero que hoy volvió a transparentarse a la vista de verlo en otra persona.
Agradecida por esto. Porque me posibilitó reconocer que vivir a la defensiva cierra prácticamente todas las puertas.
Agradezco darme cuenta de la importancia de soltar la creencia de que a priori el mundo está en contra, y de empezar a vivir con los brazos abiertos para acoger en lugar de con la lanza en alto por si acaso.
Me gusta mucho leerte. Tus escritos me llegan al alma. Muchas gracias.
Agradecida por la resonancia.
Abrazote.
Tus palabras, una forma de seguir conectada contigo…