
Escribo desde que me conozco.
Me llamo María. Escribo desde que me recuerdo. Aunque no siempre ha sido con la misma frecuencia ni de la misma manera. Mi historia es la de una soñadora de historias.
En realidad el papel y el bolígrafo son dos cosas que me acompañan allá donde voy. A lo largo de mi vida, las he convertido en mis cómplices, y me sirvo de ellas para sacar hacia afuera lo que me vive por dentro.
Recuerdo que cuando era pequeña, mis padres nos llevaban a mi hermana y a mí a la biblioteca asiduamente. En verano era tradición sacar algunos libros para llevarnos incluso para los días que salíamos de vacaciones fuera de la ciudad. En aquella época era devoradora de libros, más que soñadora de historias.
Supongo que la aventura de escribir empezó con una «etapa diario». Escribí en decenas de ellos. Aquellos que, si podían tener llave para guardar a buen recaudo lo que registraban sus páginas, tanto mejor. Intuyo que fue entonces cuando empecé a soñar historias. Fue curioso: escribía sobre mis propias vivencias que asignaba a personajes externos a mi propia persona. Mis propias historias en la piel de terceros. Escribía para vaciar, para sacar hacia afuera. Imagino que buscaba desidentificarme o tomar distancia.
A continuación se sucedió una segunda etapa. Continué soñando historias que seguían siendo las mías propias, pero esta vez las contaba como si le hablara a alguien que no era otra persona que yo misma.
Y finalmente, me zambullí de pleno y asumí las riendas de las historias que brotaban sobre el papel: empecé a escribir en primera persona y a reconocerme en las historias que soñaba en mi cuaderno. En esta tercera época incluyo haber conocido la escritura intuitiva como técnica para ordenar ideas y encontrarles sentido.
Antes de rendirme a los encantos de la tinta y al papel…
De una manera u otra, siempre he escrito. Sin embargo, nunca hasta pasados los cuarenta, se convirtió en el foco de mi atención.
Estudié Biología en la universidad. Allí pasé una buena parte de mi vida profesional: primero estudios, luego más de 15 años repartidos entre los laboratorios, como investigadora y personal técnico, y las aulas, como docente.
Aquella experiencia contribuyó a configurarme como una persona sistemática, metódica hasta límites insospechados y atenta al mínimo detalle. La puesta en marcha de protocolos, la elaboración de métodos de trabajo y el diseño de experimentos, aglutinaron la mayor parte de mi tiempo y dedicación profesional. Fruto de todo esto fue una tesis doctoral y varias historias, esta vez escritas en clave aséptica, en el más puro lenguaje de la ciencia y que incluía la práctica de una intensa labor de búsqueda y contraste de información científica.
El gusanillo de la curiosidad, del tejer los procesos con todos sus pormenores y que el tiempo se pase volando mientras investigo algo que despierta mi atención, siguen acompañándome hoy en día.
Un buen día, me paré. Traté de proyectarme hacia delante en ese mundo, y no me ví.
Lo que vino después fue, y sigue siendo, una auténtica aventura que me hace sentir más viva que nunca.
La mirada de las letras
Lejos de las batas blancas y los pasillos impolutos, decidí salir aquí fuera. Viajar. Mancharme las manos de barro en una huerta. Cocinar. Hablar con la gente. Desgastar la suela de mis zapatos. Caerme y volverme a levantar. Pasear con los pies descalzos entre los árboles y zambullirme en el mar una y otra vez. Empecé a sentirme viva de verdad y entendí que si algo me había llevado a estudiar biología era la fuerte atracción que sentía por la naturaleza en sí misma y su increíble capacidad para hacerme sentir que conectar con nuestra esencia es la clave para vivir una vida plena. Y en todos estos avatares, el bolígrafo y el papel se consolidaron como fieles compañeros de aventuras. En realidad, siento que es de lo poco que no cambió en ningún momento.

Hice mirada retrospectiva y esto me ayudó a reconocer que, lo que no varía en una persona a lo largo de su vida, en realidad, forma parte de su esencia. En mi caso es escribir.
Y llegamos hasta el día de hoy, en el que dedico una buena parte de mi orientación profesional a las letras escritas y a dar vida al proyecto La Mirada de las Letras.
Lápiz, papel y tierra.
Bajo el paraguas de La Mirada de las Letras, nace el espacio LÁPIZ, PAPEL Y TIERRA.
En él comparto algunas de las historias que albergan la esencia de aquello que va coloreando las idas y venidas de mi existencia, y que voy recogiendo en el Cuaderno Nómada. Esta idea nace a raíz del feedback que he recibido de las personas que leen lo que escribo y me cuentan que mis historias les resuenan en su propia vida. Sí, en realidad las experiencias que vivimos y lo que nos mueven a nivel interno, no es tan distinto de unas personas a otras.
Para mí es una motivación que siento como un atrevimiento a saltar desde detrás del telón para mostrar una parte de la experiencia vital que ahora concibo como un viaje. El viaje de la vida.
Me gusta la idea de poner a tu disposición algunos recursos que considero interesantes para la práctica de la escritura intuitiva. En esta parte del proyecto, me propongo, compartir recursos prácticos elaborados a partir de mi propia experiencia, y aportar desde esta experiencia contenidos enriquecidos a partir de lo que voy investigando y descubriendo en torno a la escritura como herramienta de autodescubrimiento y reescritura de nuestra historia.
Desde esta pasión por compartir, surge la idea de la Escuela de Lápiz, Papel y Tierra.
A medida que pasa el tiempo, agradezco haberme lanzado a vivir esta aventura. En el camino, me voy encontrando con otras personas que también se atreven a vivir sus sueños. A algunas de ellas, también les apasiona escribir y han hecho de las letras escritas una herramienta para acompañar sus propias vidas y las de otras personas. En Historias con Alas encontrarás los relatos de unas y otras, y tendrás la oportunidad de conocer de cerca sus proyectos y propuestas.
Escritura intuitiva.
Escribir en conexión con nuestra parte invisible o menos evidente, la que nos pasa desapercibida, tiene sus particularidades. Esto no quiere decir que sea complicado. Lo cierto es que, estoy segura de que todas las personas podemos entrenarnos en este tipo de escritura como quien entrena para un deporte o entrena cualquier otra habilidad manual o creativa. Las claves son fáciles, y sólo requieren del compromiso para ponerlas en práctica de manera habitual.
La puesta en marcha requiere de una receta bien sencilla: despertar la creatividad que TODOS albergamos dentro, añadirle una pizca de curiosidad y abrirnos a la escucha profunda. A partir de ahí, descansar la punta del bolígrafo sobre la hoja en blanco y mantener la mano escritora en movimiento, será suficiente para que la magia ocurra. Después de todo, como decía Eduardo Galeano, las personas «estamos hechas de historias» 🙂
