Me siento vinculada de manera especial a los árboles. Me gusta caminar entre ellos. Tumbarme a mirar sus hojas. Acariciar sus rugosidades con la yema de los dedos. Aparecen en mis sueños.
Me parecen seres majestuosos. Fuertes. Enraizados. Seguros en el lugar que ocupan. Con capacidad de decisión para permanecer. Plásticos. Dejándose mecer por el viento. Perdiendo las hojas, ramaje o partes de la corteza cuando yano les sirven o las necesitan reponer.
De tanto en tanto, descalzo mis pies y acaricio con mis huellas el tronco de uno de ellos. Imagino que se hunden entre las grietas y se sumergen hasta lo más profundo de la tierra.
Tanta es la conexión, que al final los árboles se colaron en este proyecto y se quedaron en las portadas de la «travesía nómada austral».
Ahora crecen con sus historias y las acompañarán allá donde vayan.
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