Esta semana inicio un proceso de cambio importante. Me dispongo a transitar el cierre del que ha sido mi hogar y mi espacio de referencia durante 10 años, y la apertura de uno nuevo que mi deseo es que se convierta en un nuevo espacio de referencia para mí en la sierra. Los que me conocéis bien ya sabéis que las experiencias que vivimos siento que no son por casualidad. Y ahora me estoy dando cuenta de que justo un mes de marzo del año 2007 entré en una casa junto al mar de la que hice mi hogar durante todos estos años. Y justo ahora, en marzo de 2017, inicio un proceso, si no de cierre definitivo, al menos de cierre por un tiempo para dejar aire a abrir la puerta de un nuevo espacio que sentir como propio más cerca de las montañas.
Ayer hablaba con una amiga y le decía: «siento que hago un nuevo salto fuera de mi zona de confort», y ella me respondió «tal vez saltas a una nueva zona de confort». Me encantó esta idea. Siento una mezcla de cosquillas en la tripa por el cambio e ilusión por la nueva etapa que inicio.
Esta oportunidad que me brinda la vida supone para mí una oportunidad de conectarme desde un lugar más cerca de la natura. De aprovechar la inspiración creativa que me despierta este lugar. De dar luz a un nuevo espacio que sienta como propio después de unos meses de tratar de sostenerme respirando en el interior en calma, mientras en el exterior todo lo que vivo es puro movimiento.
Supongo que cuando una se vive en momentos de la vida de agitación externa, aunque ésta sea elegida, busca una especie de lugar al que pueda acudir en busca de seguridad, de calma, de referencia. Inicio la inmersión en un proceso que deseo me conduzca a pintar este espacio que sienta como propio, que viva de manera relajada por estar muy cerca del lugar en el que actualmente trabajo, y sobre todo por estar situado en un entorno muy distinto del que he vivido hasta ahora en la ciudad.
Para mí es un reto. A veces sigo escuchando el diablillo sobre mi hombro derecho que me pregunta «¿y crees que serás capaz de construir en un lugar tan distinto (refiriéndose a un entorno rural), que has visitado de manera temporal de tanto en tanto pero en el que nunca te has estado desenvolviendo durante un tiempo lo suficientemente largo y continuo como para estar convencida de que eres capaz?». Suerte que él es sólo una parte de lo que soy. También escucho el susurro sobre mi hombro izquierdo: «recuerda cómo se expanden tus pulmones cuando respiras largo el aire que juguetea entre los árboles, cómo se ensancha tu corazón de sentirte una con lo que te rodea y de compartir lo que sientes con la gente que quieres desde un lugar gobernado por la tranquilidad, lejos del bullicio de la ciudad y del tumulto de las calles llenas de gente y de vehículos con prisa».
Esta semana inicio un cambio importante. Así lo siento. Me gusta percibirlo como un juego en el que tengo la suerte de ser la protagonista. Pude elegir quedarme donde estaba. Pero elegí seguir construyéndome en coherencia con lo que ahora siento que soy.
Ahora entiendo que a veces no se trata de elegir unilateralmente. La cosa no es tan drástica. Necesitar sentir un espacio como propio y darse la oportunidad de construirlo, de hacerlo de una, no es firmar un contrato para toda la vida. Es darse el permiso de poder disponer de un lugar en el que parar. En el que sentirse bien porque no hay preguntas. Un lugar a modo de «campamento base» al que acudir a escuchar el crepitar del fuego del hogar sin necesidad de sentirse atada a él. Más bien un lugar que me permita volar siempre que lo quiera así y de regresar a él sabiendo que me espera con los brazos abiertos.
El mar queda ahí. En su lugar. Es el lugar en el que nací. Un lugar al que he regresado, y siento que regresaré cada tanto porque es una de las cosas que me aporta energía, que me recarga las pilas. Un mar que abrazaré en el mismo abrazo en el que ahora me doy la oportunidad de abrazar a las montañas. Unas montañas de las que me siento muy cerca porque me recuerdan la expansión que siento cuando hago caminatas ginkgo, cuando me hablan de vivir despacio tocando la tierra sobre la que caminan mis pies y cuando dejo que su silueta inunde mi mirada sobrepasada por tanto verde.
«lejos del bullicio de la ciudad y del tumulto de las calles llenas de gente y de vehículos con prisa» Pues claro que te adaptarás a las montañas. Eres Mery de los bosques jiji. Lo que es difícil es adaptarse a la vida en ciudad… yo aún no lo he conseguido.
Mery de los bosques… Nada es casualidad 🙂
Abrazote
Querida….
Lo que viene conviene a tu ser… Si fue tu intuición..
Y ya sabes… » como no eres río te puedes volver cuando quiera «.. Jaja besos Mariquilla.
¿De dónde sales tú?
No te sabía serpenteando entre estas páginas.
Qué alegría encontrarte por aquí, amiguita. Te mando un abrazo grandote con mis mejores deseos 😀
Y has de saber que esa frase del río me acompaña siempre. No sabes cuánto la traigo a mi memoria en los últimos tiempos. Me ayuda a abrazarme a lo que me llama con intensidad aunque no esté alineado con lo «común».
Te quiero
María, a todxs nos encantan esas cosquillas en la tripa que nos cuentas… seguramente en ese período de diez años que dices estás a punto de cerrar, las has podido sentir unas cuantas veces..!!!
Y creo que esa es la definición de “nueva zona de confort”… el poder encontrar otra vez, un lugar en el que nos reubiquemos con esa “nueva” manera de vivir esta estupenda vida… y si elegimos un lugar en la montaña, rural y con tanto verde es porque está alineado con lo que somos…
Porque somos sanos y queremos un entorno seguro para nuestro organismo. Porque nos ayuda a recuperar los sabores y aromas casi perdidos: sus ingredientes vegetales y animales no han sido manipulados genéticamente. Porque nos encanta el saber agrícola tradicional y la Vida en la Naturaleza. Porque fomentar las zonas rurales: no solo conserva sino que incrementa la biodiversidad. Porque posibilita que las personas puedan desarrollar su comportamiento innato y se encuentren en todo momento en condiciones de confort, al respetar sus ciclos y necesidades. Porque al estar algo más alejados de la masificación urbana, la contaminación y de los productos químicos tóxicos: nos ayudamos a proteger nuestra salud y cuidamos de ese entorno todavía auténtico y algo salvaje.
Gracias María por desarrollar una actividad que promueve el trabajo y la vida en el campo, porque además de preservar una cultura propia… contribuyes a la satisfacción, salud y cultura de los que vivimos en la ciudad…:)
PD: se me olvidaba… porque además estás muy cerquita de ese mar que sientes como tu hogar…
“Nueva zona de confort: poder encontrar otra vez, un lugar en el que nos reubiquemos». Ésta también me la apunto. Reubicarse, reinventarse, redefinirse… Todas son palabras que destilan «nuevas oportunidades» de ser 🙂
Gracias por acompañar el sendero.
Abrazo
Maria, lejos de extenderme mas, que como mejor me expreso es con las piezas de ceramica, digo !Ole por ti.!
Merci, amiga 🙂
En las montañas nacen los ríos…y los ríos van al mar.
Felicidad y plenitud para tu nueva etapa. Saluda a los ginkgos de mi parte:)!
Abrazo,
Bea*
Abrazo, amiguita de las antípodas.
Felicidad para tu nueva vida también 😉
Cada cambio: una nueva oportunidad.
Cada oportunidad: un aprendizaje…
Sigamos aprendiendo juntas de las oportunidades de cambiarlo todo …
Estar en movimiento …
Mover la vida …
Te abrazo Buscadora !!!
Me encanta «seguirte» vitalmente a través de tus escritos 🙂
Por suerte «nos queda la palabra» hablada, escrita, sentida . Besos