Lo que fluye por debajo de la superficie, es difícil de percibir a simple vista. O al menos siento que es así cuando no estoy conectada a lo que nos une.
Lo que nos une a las personas es un hilo invisible del que sólo soy consciente cuando miro con los ojos del corazón. Lo esporádico debería ser desconectarse de ahí, y lo usual moverse en ese ámbito de lo intangible pero que es lo que me permite ver con los ojos de la certidumbre más absoluta.
Nada de lo que miro desde ese lugar tan hondo roza siquiera lo incierto. Todo es veraz. Todo está ahí. Es. “Sólo se ve bien con los ojos del corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos”. Aquí lo dice. En un párrafo de este pequeño libro que un día, hace 14 años, descubrí en la estantería de tu librería. Un libro que, entonces, había leído hacía mucho tiempo y que apareció delante de mí por casualidad, o no, de tu mano. Hoy buscando qué decía exactamente esta frase para escribirla aquí, descubro que El Principito que habita en mi casa te perteneció en algún momento a la vista del cuño con el que identificabas todos tus libros. Hace poco hice selección de cuestiones tangibles, y, también sin ser consciente en el momento en que pude decidir dejarlo ir, elegí que seguiría viajando conmigo.
Escribo esto después de haber reído contigo ayer. Después de que estrecharas mi mano entre las tuyas y me sonrieras sin que nadie nada más que nosotras, se diera cuenta. La risa compartida o estar sentadas en un banco con nuestras manos entrelazadas es lo que veo debajo de la superficie.
Cada vez que nos encontramos, trato de correr la cortina que dibuja una de tus muecas. Trato de ver más allá. Cuando te observo desconcertada y las palabras inteligibles brotan de ti a borbotones como si de un tren de alta velocidad se tratara, respiro y espero unos segundos para colar una pregunta sosegada que te traiga a la calma. Entonces recuperas el espíritu tranquilo que te caracteriza, sonríes y tu desconcierto desaparece.
Lo esencial siempre subyace. Y lo hace sobreponiéndose incluso a un manojo de neuronas dañadas.
Al principio temí no encontrar la manera de conectar contigo desde el mismo lugar que antes lograba conectar sin esfuerzo. Bueno… La vida desde que nos reencontramos, ha dado varias vueltas y ahora juega a colocarnos en una postura incómoda. En un lugar en el que no es fácil situarse mirándonos a los ojos sin posibilidad de que tu mirada se pierda o yo quiera salir corriendo porque no atino a encontrarte. Pero somos más sabias que antes y hemos aprendido a resituarnos. ¿Verdad?
Tus manos se mueven temblorosas y tu mirada parece perderse no sé muy bien dónde. Y, sin embargo, son capaces de regresar mostrándose tal y como son aunque sea por unos minutos. Y eso es lo que me hace sentir que sigues siendo tú. Que lo esencial siempre subyace.
No es sencillo verte. Pero desde luego no es imposible.
Respiro. Y vuelvo a ser capaz de mirarte para verte 🙂
Gracias por seguir enseñándome a vivir.
Eva
Emocionante comentario y muy acertado el título: LO ESENCIAL SIEMPRE SUBYACE
También yo creo como tú que es así, precisamente por eso es esencial
El Clímax del Caminante
Muy emotivo, me encanta, Mery.
Ana
Precioso, María!
Reconozco que muchas veces me cuesta vislumbrar ese hilo. No porque no sepa que existe, que lo sé… si no por la potencia de los individualismos y los egos, que me lo eclipsan todo
Por suerte, la vida está llena de señales… todos los días!! Con un poco de atención, voilá! de nuevo lo veo.
Un abrazo!!
danagawida
A mí me pasa que me cuesta ver el hilo que me conecte con lo esencial de la otra persona por los condicionamientos y acuerdos que viajan conmigo. Cuando logro, a veces sólo por unos segundos, otras veces por más tiempo, conectarme desde el corazón, las autolimitaciones desaparecen y me es más sencillo conectar con la otra persona. Si no existen otras barreras que se sumen del otro lado, claro 😉
Abrazo grande, guapa