A veces el camino que estoy tratando de seguir no está polarizado en un sentido o en otro. Simplemente es una suerte de camino de enmedio.
Esta mañana lo vi claro al despertar. Hoy es uno de los días que puedo despertarme tranquilamente, sin prisa y puedo quedarme remoloneando mirando las esquinas de la habitación. También recordando algún sueño y tratando de fijarlo para traerlo a mi mente a lo largo del día de tanto en tanto y ver qué pistas me trae sobre mi propio caminar. Y, a veces, es en este momento del día en que confundo la vigilia con el sueño y estoy tranquila, cuando vienen a mí imágenes de las que soy consciente y que me dan claves en el mismo sentido que los sueños. Hacía tiempo que no me concedía un rato largo así, dándole la oportunidad a lo que tuviera que surgir de que lo hiciera. Parece mágico, pero no lo es. Sucede 🙂 Os animo a probar!!
Esta mañana mientras estaba ahí con los ojos cerrados, me vino una imagen en la que caminaba con un grupo de personas. No sé bien quiénes eran porque las veía de espaldas pero siento que era gente de mi entorno cercano. Familia y amigos. Caminábamos juntos, sin nadie que guiara el grupo pero todos a una. En la misma dirección y con el mismo ritmo de paso decidido pero tranquilo. A modo de cardúmen. Siempre me ha gustado este tipo de organización animal. Es la manera que tienen de desplazarse algunas especies de peces de tamaño pequeño que, al agruparse obtienen ventajas frente a los depredadores que reducen su eficacia en la captura y también ventajas individuales como la mayor facilidad en la búsqueda de alimento o en la reproducción. La pérdida del individualismo favorece la permanencia del grupo en el tiempo. Es la misma ventaja que presentan las asociaciones humanas. En el «cardúmen humano» de la imagen que he visualizado, yo caminaba de una manera un tanto distinta. Caminaba con la cabeza integrada en el grupo (de hecho a la altura de las cabezas de las demás personas), pero mi cuerpo avanzaba caminando una senda imaginaria en el cielo. La única prueba del efecto de la gravedad sobre mí, era que mi pelo caía al vacío pero mi caminar era igual de fluido que el de los demás como si no tuviera presión gravitatoria sobre mi cuerpo. Curioso… Caminaba CON el grupo, formando parte del cardúmen pero, aunque caminaba en la misma dirección y sentido y al mismo ritmo, caminaba EN otro lugar. Un lugar que, creí visualizar que estaba más conectado con lo que sueño, con lo que me apasiona, quizá manteniendo mi conexión con el grupo a través de la mente, pero permitiéndome llegar al mismo sitio sin desconectar mi avance de aquello que más me vibra (y que en la imagen situé arriba, porque para mí es el lugar que conecta con mi esencia, con la persona que soy).
Uauuu… momento ajá 🙂 Tal vez ésta sea una de las claves que me esté alumbrando la posibilidad factible de seguir caminando con el grupo con el que desde hace un tiempo construyo un proyecto colectivo y, al mismo tiempo, esto no lo vea un impedimento para seguir caminando mis sueños, para seguir dándole forma a lo que me apasiona. Lograr que no sean excluyentes. Tal vez ahora, lo que se me presenta sea este reto: ver cómo o de qué manera conectar ambos caminares (el del grupo con el que sintonizo desde lo mental, desde la parte más yan, desde el «hacedor», y el mío propio, que en la imagen sintoniza con mi yo creativo, innovador, más yin, conectado con lo que sueño para mí a nivel personal).
La imagen de lograr sinergiar ambos caminos (el colectivo y el individual) sólo es una de las posibilidades de sentirnos bien en la vida. Pero estoy segura de que existen muchas otras que permiten sonreír a las personas que los caminan 🙂
¿Y tú, con qué conectas tu caminar?
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