Suena a sonido.
En sus letras se siente el abrazo, el acompañamiento.
El ida y vuelta.
La escucha y la expresión.
El caer sin miedo.
El caminar erguida sintiéndose parte de un todo.
El sentirse vulnerable y, precisamente por eso, sentirse poderosa.
En sus espacios se huele el murmullo de transitar la vida muy cerca del corazón y también de querer seguir haciéndolo.
Suena a sonido.
A música de tambor interno.
En sus letras se siente la grandeza de lo pequeño.
La voluntad de crecer con miedos sin miedo.
De reconocer y reconocerse en los propios pasos y en el andar de la compañera.
La determinación de transitar lo que la vida regala y de disfrutar a sorbos lentos todos y cada uno de los recodos del camino, sin distinguir si son más o menos dulces, sino poniendo la atención en abrazar a unos y otros como auténticos maestros.
En sus espacios se huele el aliento de lo que engrandece.
De lo que se ancla en lo sencillo y cotidiano.
De lo que logra avanzar al margen de banderas y estandartes.
Suena.
Y precisamente porque suena a sonido, permite sentir y caminar, y porque huele a fresco,
existe y es.
Hermana Sor María … me vibra todo!!
Mare meua… Esto de Sor, no sé no sé… Y encima María!!! Me quedo con hermana de hermandad de mujeres 🙂 Abrazo guapa, me alegro de que te haya gustado.