Existen pequeños gestos en la vida, yo diría que muchos de ellos cotidianos, que me pasan desapercibidos. Son actos que hago casi sin pensar o que normalizo de manera tal, que ya casi no les presto atención. Tanto es así que me permito el lujo de vivirlos sin atención plena, en cierto modo de manera automática, semiinconsciente incluso.
Son actos que tengo tan integrados en mi cotidianidad que los he ubicado en un lugar próximo a la tierra de lo invisible. De lo no relevante.
Me refiero a actos sencillos por ser habituales. Como cocinar, comer, entrar en la cama y esperar a que Morfeo venga a buscarme, mirar por la ventana, e incluso escribir.
Pero también me refiero a otros como caminar, conducir o sentarme en un bus para ir de un sitio a otro, dar los buenos días a alguien que me encuentro por la calle o sentir que una persona que está lejos me desea buenas noches en tiempo real gracias a la comunicación digital.
Unos y otros, empiezo a pensar, que sería interesante que los reconociera como parte de la magia de la vida. Lo cotidiano no me gustaría que se diluyeran en la nada. Al fin y al cabo, es lo que me mantiene conectada con el presente. Lo demás, es andar hacia delante elucubrando o echar la vista atrás perdiéndome en lo que ya no es.
Lo cotidiano es lo que me permite tocar el ahora. ¿No es suficiente motivo para celebrar todas y cada una de sus manifestaciones por sencillas y habituales que me parezcan? –me pregunto.
Desde hace unos días me he propuesto celebrar diariamente un acto que considere cotidiano, para rescatarlo de la banalidad.
Mi intención es regalarle el honor de ocupar un lugar privilegiado en la jornada, dedicándole toda mi atención consciente, lejos de la mente dispersa, la rutina y la prisa.
Un día fue la primera vez que cenaba en el que será mi nuevo hogar. Otro, cocinar en silencio y comer lo que preparé sentada en la terraza. Ayer dar un paseo buscando espárragos dejándome el móvil en casa. Hoy colocar conscientemente las especias que utilizo para cocinar dentro de una bolsa para trasladarlas al nuevo hogar y darles las gracias por enriquecer mis alimentos.
En realidad, me doy cuenta de que es verdaderamente sencillo convertir actos cotidianos en el centro de una celebración conectada con el agradecimiento de que sean posibles.
Simplemente me encanta. Tomo nota para aplicarlo yo también. Un beso.
A mi tambien me ha gustado mucho. Un besazo
Como me resuena(s)!!! Cuanto me molan tus palabras y las sensaciones q trasmiten… tienes un don, compañera, el don de transmitir lo sencillo en algo mágico, esencial podría decir. Como me gusta leerte, y sentirte… te adoro escritora amiga. Sencillamente te adoro.
Gracias preciosa. En realidad creo que consiste en dejarse vivir. Lo demás sale solo 😉
Un abrazo