Todos los días, al amanecer, sucede algo que me pasó desapercibido durante una buena parte de mi vida. Es curioso, porque, en realidad, tiene lugar al inicio de todas las jornadas. Y ya he vivido unas cuantas (¡¡¡más de dieciseismil!!!). No hay ninguna, desde que sé de la existencia de este fenómeno, en la que no se dé. Sucede siempre.
Todos los días, al amanecer, cuando empieza a clarear pero el sol aún remolonea entre las sábanas allá lejos, detrás del horizonte, ocurre. Tiene la “forma” de silencio. Y es un silencio distinto a los silencios que había conocido hasta que lo descubrí a él.
¿Puede haber silencios distintos? Yo creo que sí. Ahora sé que sí.
El silencio que se percibe justo antes del amanecer, es un silencio puro. Para mí es lo más cercano a la nada que conozco. Al vacío. A la quietud absoluta.
Dura apenas un rato. Un rato lo suficientemente corto para no inquietar. Lo suficientemente breve como para envolverlo todo de un manto que suena a acogimiento en lugar de a temor.
Dura un rato lo suficientemente largo como para que pueda deleitarme en él, sumergirme en sus entrañas y sentir el placer de querer quedarme sin tener sensación de ahogo.
¿Lo habéis “escuchado” alguna vez?
Me doy cuenta de que el silencio blanco del amanecer lo ocupa todo. Alcanza todos los rincones del planeta. Me da la sensación de que, de alguna manera, está estrechamente vinculado al sol, aunque no importa tanto si el día amanece nublado o despejado. El silencio blanco siempre está presente en el mismo momento. No siempre a la misma hora, porque ésta está sujeta a las horas de luz según la época del año, y tampoco porque depende del punto del planeta, en algunos, tenemos la costumbre de empeñarnos en separarnos aún más de los ritmos de la tierra moviendo las manecillas del reloj a voluntad, como si fuéramos los dueños del tiempo. ¡Qué atrevimiento!
Pero lo cierto es que, horas arriba, horas abajo, en todos los puntos del globo, al menos en los que yo he estado, observo que el silencio blanco está presente cotidianamente. Fiel. Sin faltar a su cita matinal.
Cuando aparece, se callan hasta los pájaros. Parecería que se te podría cortar la respiración con tanta solemnidad, pero no. El impulso natural, lo que me pide el cuerpo en su presencia, es respirar con la máxima profundidad. Eso sí, trato de hacerlo sin ruido para no disturbar la magia del acontecimiento. Porque se siente así, como si un mago entrara en escena y se deslizara en completo silencio, dejando a su paso una estela blanca que permanece durante un rato y, luego, se esfuma con la misma quietud y majestuosidad con la que apareció sobre el escenario. Al salir, pasados unos segundos, los susurros cotidianos, el aire, el trino de los pájaros, se restablecen.
La naturaleza calla su murmullo. Es como si todo entrara en reverencia. Realmente es un espectáculo digno de atender, si no todos los días, al menos de tanto en tanto.
Personalmente, me ayuda a recuperar el tempo. El compás. A reconectarme sin esfuerzo. A restablecer la respiración pausada en profundidad. Siento que contribuye a arrancar el motor de mi día con otra energía, ciertamente.
La sensación es como si en ese momento, volviera a habitarme desde mi propio origen, desde mi esencia, desde lo que soy. Cerca del ritmo de mi corazón. De mi propia frecuencia de vibración.
La sensación es como si en ese momento, lejos de perderme, me recuperara a mí misma.
Hacía tiempo que no leía algo tan reconfortante.
Ahora mismo (a las 20:24) quiero sentir (tendré que esperar) El Silencio Blanco. Merece un lugar inmortal para hacerlo. Lo encontraré.
Muchísimas gracias, de corazón, por haberme enseñado algo tan bello. Tu Silencio Blanco me ha dado un pellizquito considerable aquí dentro.
Hola Marian. Gracias por tu compartir. Realmente vale la pena poner atención para sentirlo. Parece magia, pero no lo es. Lo que ocurre es que el silencio blanco es tan sutil que pasa fácilmente desapercibido entre nuestro barullo mental 😉 Me encantará saber tu sensación cuando lo experimentes. Un abrazo
Eres una crack! Y enganchas mucho como escritora! Besitos de saltamontes!
Gracias amiga 🙂 Abrazote