Un domingo perdido entre la vorágine de un miércoles dictado por el calendario.
Un espacio que se escurre en conexión continua escapando de la constricción establecida obstinada en tirar de la cuerda sin lograrlo.
Es tanto el placer encontrado que, por mucho que rugen los motores de la cotidianeidad, el rumor de las olas, el sol filtrándose por una ventana o los acordes de una acústica al fondo del bar tienen mucho más poder de atracción. Tanto, que son capaces de sacarme del almanaque y situarme al borde del Olimpo.
Baño de sol. Bolígrafo estirándose sin pudor sobre el lienzo en blanco. Mirada distendida y curiosa al son de un almuerzo improvisado.
Caminar lento hollando la arena salpicada por los cristales de sal de un mar prácticamente inmóvil y refulgente.
Lento caminar. Lento transitar del día.
Domingo, por cierto, aunque la agenda marque que es miércoles.
Yo sigo en mis trece a tenor de la infinita posibilidad.
La jornada empieza a languidecer, aunque no de hastío.
Definitivamente todo depende.
Siendo miércoles… se saboreaba domingo, pero no un domingo cualquiera… más bien, uno de esos, que hacen que no exista la semana, uno de esos que te recargan, para el resto de la semana, uno de esos que te llenan de energy, de la bonita, con sabor a sonrisas, a confidencialidades, a secretos íntimos, a carcajadas, y a miradas con fondo de mar.. Si, eso es un miércoles con sabor a domingo. Sencillo pero pleno!.. para mi así es, así fue!
Y gracias por compartirlo, amiga 🙂 Un abrazote
Bonito domingo solo cambia el nombre ,la primavera se hace paso los cambios climaticos no la dejan pero ella empuja rompiendo moldes ,ya huele a brotecillos de colores pronto vendran los pajaritos paracantarnos