¿Qué parte de mí exactamente provoca en otra persona dolores que yo, conscientemente, no dirijo?
¿Qué parte de mí exactamente habla sin que mi verdadero yo dirija las palabras de manera tan hiriente para la persona que las escucha?
¿Qué parte de mí exactamente, escribe sin que mi auténtico yo conduzca las letras sobre el papel y provocando que éstas se proyecten desde un lugar tan alejado del corazón que hieren tan certeramente el de quien las lee?
Cierro los ojos. Trato de repasar lo que ha sucedido paso a paso. Lo hago tan meticulosamente como puedo. Intentando detectar algún desliz que ha escapado a mi verdadera intención y que ha provocado la peor de las tormentas ahí fuera, más allá de mi piel.
Toco a la puerta de mi corazón. Trato de preguntarle entre sollozos qué ha podido pasar.
¿Cómo ha podido despistarse y le ha dejado el mando a ese otro yo que, lejos de ser inexistente, parece que está y muy presente?
Con la intención de recomponerse juntando los miles de pedacitos que han saltado por los aires, me mira aturdido y confiesa que no entiende nada. Se declara responsable de un despiste (o más de uno) de los que no es consciente, pero que reconoce han debido suceder a tenor de la herida que muestras.
¿Qué parte de mí exactamente se siente inmediatamente culpable aún no entendiendo qué ha pasado?
Cierro los ojos y respiro. Respiro profundo proponiéndome soltar el dolor que sientes.
(…)
Entonces los vuelvo a abrir. Vuelvo a respirar.
Con la voz entrecortada confieso mi ignorancia. Admito no reconocerme ni reconocerte en este baile de máscaras donde la música sale de cualquier sitio menos de aquel que nos acerca.
Nada más.
Soy incapaz de decir nada más.
Me quedo ahí. Quieta. Con la mirada perdida dentro de tu decepción.
Y me vuelvo a preguntar…
¿Qué parte de mí exactamente me condujo hasta aquí, y cuál otra quedó allá atrás atada de pies y manos?
Precioso….me he leído en tus letras
Ay, amiga… Ya lo hemos dicho otras veces… Estamos cortadas por el mismo patrón en muchas cosas…
Seguimos creciendo 🙂