Anoche leía unas líneas escritas que se habían colado dentro de una carpeta. Era una especie de informe de mano de una de mis profesoras de educación infantil. Sí, es una de esas cosas que te encuentras después de casi 40 años que viene a contarte cómo eras hace todo ese tiempo. Me encanta. Es como cuando descubres un dibujo en el que no te reconoces como dibujante, le preguntas a tus padres y te explican con pelos y señales qué representabas con cada trazo de color. Información valiosa que me cuenta cómo era yo y casi lo que sentía en aquellos tiempos. Simplemente me fascina.
Volviendo al informe de la señorita… no recuerdo su nombre… Es un informe mecanografiado con una de aquellas máquinas de escribir en las que se te colaban los dedos entre las teclas si escribías muy deprisa y no calculabas bien la distancia entre ellas. Aquellas que no tenían tecla “supr” como en los ordenadores y que, si te equivocabas, bien desechabas la hoja y volvías a empezar, o bien, si tu criterio de exigencia te lo permitía, tapabas la letra errónea con una pastita blanca que, al secarse, permitía escribir encima la letra correcta. Eso sí, la huella del error quedaba presente de manera que el despiste era imposible que pasara desapercibido.
Leí el informe despacio. Estaba perfectamente mecanografiado, lo cual me hace pensar que la señorita en cuestión o era muy diestra y atenta, o bien no escatimaba en repetir la hoja en la que cometiera algún error. El caso es que el resultado fue un trabajo limpio y aseado al 100%.
Hablaba de las habilidades que observaba en mí al hilo de mi interacción con las demás niñas y niños, de las dificultades y resistencias que transparentaba, y de las tendencias que empezaban a aflorar. Fue interesante seguir reconociéndome en algunos de estos detalles y sorprenderme de la existencia en aquel tiempo de otros que hoy, desde aquí, me cuesta integrar que me fueran propios. Curiosa la evolución del ser humano en tan “poco” tiempo.
En aquel momento, que era aquel en el que casi cualquier infante era capaz de perder la noción del tiempo con un palito, encaramado a un árbol o disponiendo piedras en fila india, la señorita escribió en su informe que no me permitía a mí misma equivocarme. ¡Ajá! Ya por aquel entonces me enfrascaba en tareas minuciosas que, inevitablemente, traían consigo el detalle y, claro, ser perfecta a una edad tan temprana todavía es más complicado que incluso después de haber adquirido algunas destrezas.
Me sigo viendo esta tendencia a la perfección, aunque no siempre, afortunadamente. Hoy me paro de tanto en tanto y me doy cuenta de que, hacia afuera ser perfecta tal vez pueda dar sensación de meticulosidad, pero lo cierto es que también puede ser testigo de falta de espontaneidad y, sobre todo, de alejamiento de lo que podría ser sin tanto control, de la paleta de colores que podría mostrar si me lo permitiera.
¿Y hacia dentro? Hacia dentro es posible que trate de venderme la moto de que el valor de lo que hago es mayor si no cometo un solo error. Pero, ¿cuán lejos me sitúo entonces de mi verdadera esencia, de lo que realmente saldría sin cortapisas? En algunas cosas de la vida es posible que sea preferible no errar, aunque yo últimamente casi que dudo de esto también, pero bueno, esto sería motivo de otro texto. De lo que estoy segura es de que en la mayoría de ocasiones, no es tan grave hacer las cosas como se supone que hay que hacerlas o con el resultado más esperado.
Fue interesante leer este informe. Me permitió recapacitar hacia dónde voy cuando trato de buscar la perfección, y de la riqueza que pierdo cuando me cuesta reconocer la perfección en la imperfección.
Qué bonito relato, María!! Sigue ese camino de descubrimiento y autenticidad que ambas compartimos.
Un beso.
Charo.
Es lindo volver a leer esos informes que hacía la seño de jardin de infantes,realmente sirven para reconocerse y de paso reconectarse con la infancia. Me encanta.
Y sobre esas máquinas de escribir…jaja en mi casa habían dos y jugábamos con ellas eran lindos sus ruiditos! Pero…todo un tema el de equivocarse,no?
Besos!!
🙂 ¿Sabes? En lugar de la palabra «error o equivocación», siento que me gusta más «prueba o experimento». Después de todo, hagamos lo que hagamos, nada está exento de la magia de que surja algo que no teníamos previsto. Recordemos que Edison inventó la luz después de 1000 pruebas. Él mismo dijo: «ahora sé 999 formas de no hacer una bombilla». Todo un ejemplo de convertir los errores en parte importante del éxito. Fue capaz de rescatar la parte perfecta de lo que otros tildaron de imperfección.
Uff me parece que hay tantas «perfecciones» como personas en el mundo. Tal vez perfecto puede tener la misma definición que felicidad. Las dos cosas es dejar florecer la semilla que cada uno lleva adentro, luminosa y particular, como cada uno de nosotros.
«Tantas perfecciones como personas en el mundo». Me encanta 🙂 Gracias, Jose