El agua corre a raudales por debajo de mi balcón.
Discurre por una torrentera por la que sólo la he visto pasar dos veces desde que vivo en este lugar.
Los sabios del pueblo dicen que, antiguamente, era más frecuente su paso. Algunos comentan que los jóvenes del pueblo solían bañarse cuando llegaba el buen tiempo. Me cuesta creerlo, pero sí, es cierto.
Ahora sigue otra dinámica. Discurre muy de tanto en tanto, cuando las lluvias del otoño caen descontroladas después de no hacer acto de presencia el resto del año.
El agua busca su lugar de paso. Siempre discurre por los mismos lugares, aunque hoy en día lo haga tan de tanto en tanto.
Por debajo de las tejas que coronan el tejado de mi casa, debe ocurrir algo parecido. Llueve. El tejado no está bien impermeabilizado, y el agua busca cualquier recoveco para filtrarse hasta mojar el suelo del comedor, del baño o la habitación siguiendo la fuerza de la gravedad.
Me apresuro a colocar cualquier recipiente que me parece puede ser bueno para recoger el agua que rezuma allá en lo alto, y, en un momento, ollas, barreños e incluso alguna papelera de plástico, decoran el paso.
Me siento en el sofá que he tenido que retirar de su espacio habitual porque el agua gotea justo en el rincón donde estaba situado, y contemplo la montaña que se ve a través del ventanal. Tardaré en cambiarme de casa. Lo supe en cuanto entré por esta puerta. La luz que inunda toda la casa y las increíbles vistas al verde sin que nada se interponga con la mirada, fueron los salvoconductos que garantizaron una decisión sin titubeos.
Ahora miro el techo colmado de grietas por las que gotea el agua en mayor o menor cantidad, dependiendo de la intensidad de la lluvia ahí fuera, y ni siquiera esta incomodidad me hace dudar. Devuelvo la mirada al verde. Tardaré en cambiarme de casa.
En marzo volveré a mudarme. Será la cuarta mudanza en poco más de tres años. Ésta será momentánea, por suerte. Mientras arreglan, con la llegada del buen tiempo, el tejado de la casa con vistas. Trataré de mudarme lo más cerca posible de la primavera. Justo antes de que empiecen a abrir las vistas al cielo. Realmente me gustaría pasar aquí el invierno.
No ha llovido de este modo desde que entré a vivir en esta casa. Fue en Abril. Ahora estamos en el último tercio del año. Confío en que, una vez pase la gota fría, las lluvias que puedan acontecer seguirán respetando la cúpula como lo han hecho hasta ahora, apoyando la idea de seguir aquí y no salir disparada a la mínima incomodidad que se presenta.
El agua fluye, sea lo que sea que se encuentre en su camino.
Elijo fluir con lo que es y sonreírme como cuando anoche escuchaba el tintineo de las gotas cayendo en los múltiples recipientes repartidos por el suelo, como si de un concierto acuático se tratara.
Devuelvo la vista a la montaña y pienso en las veces que me apresuré a salir de una situación incómoda sin darme cuenta de que me salía, al mismo tiempo, del camino que sentía que era el mejor para mí.
Hoy llueve dentro de casa… Coloco una cacerola debajo de la gotera y espero a que amaine la lluvia. Porque lo cierto es que acaba parando. Después de todo, se trata de gestionar con fluidez la situación.
Hoy llueve dentro de casa. Y a la lluvia, le acompaña el sonido del agua corriendo entre los guijarros de la torrentera debajo de mi balcón. Agradezco estar aquí: es la segunda vez que ocurre esto en casi tres años. Una oportunidad para disfrutar algo que no se da asiduamente. Y puedo disfrutarlo porque estoy aquí. Justo donde llueve dentro. Anoche me ofrecieron cambiar de casa. Pero no, elegí seguir aquí 🙂
Sandra Gambuzza
Me sentí transportada y atraida hacia ese espacio,me has llevado con alas de emisión que supiste transmitir y plasmar a mi alma ávida de señales de vida remotas? idénticas?Y me pregunté,existe la distancia?Dicen que el tiempo no existe,y creo que es así ,o no te sentiría tan presente en este y otros de tus proyectos…Que fresca descripción de lo que despierta en tu alma esa circudtancia-vivencia?llena de ilusiones,mezcla de sueños y experiencias gratas…que dócil mirada, que dulce entrega la tuya golondrina amiga querida… Gracias por compartirlo,me siento honrada y es la caricia y la invitación más fresca y tentadora a retomar las palabras…Abrazo de Luz desde la primavera a tu otoño..
María
Qué bueno leerte, amiga palabrera 🙂 Y qué bien suena leerte en la tentación que sientes de retomar las palabras.
Curiosa de seguir la danza de la tinta en tu cuaderno.
Un abrazo transoceánico
Charo
Qué bonito relato, María! Me apetecía estar ahí disfrutando de la lluvia.
Un abrazo.
Charo.