Echo la vista atrás. En realidad es algo que ya hice en septiembre. Para mí, la vuelta al sol se inicia en otoño. Tiempo de cosecha. De recoger lo que se sembró y creció al ritmo del sol en los meses cálidos del año.
Ahora estamos en invierno. Tiempo de introspección. De latencia. Aunque parezca primavera algunos días, es este clima alocado el que enmascara la tradición de quietud y sosiego por otra parte tan necesaria.
Conectada con el desafío de rescatar el sentido originario de los ciclos, dedico unos días a hacer mirada retrospectiva.
Intuyo que, antaño, el ciclo anual no empezaba el 1 del 1. Me parece poco creativa esta propuesta. Pero lo cierto es que, aunque una se pare en medio de la plaza, el exterior lleva su ritmo y esto, de alguna manera, nos envuelve influyendo el propio son.
Decido no resistirme. Aprovecho este tiempo en que los días más cortos invitan a recogerse antes para recuperar la revisión del tiempo de las castañas y las calabazas asadas.
Miro hacia atrás sin perder de vista el lugar en el que ahora mismo estoy.
Descubro altos y bajos. Torbellinos de agua que trataron de succionarme, también géiseres que me impulsaron hacia arriba.
Rayos y centellas. Días de sol radiante.
Momentos de parálisis al borde de situaciones que creí que no podría resolver. Y siempre se resolvieron sin llegar a ahogarme.
Cierres. Experiencias de tremenda expansión.
Lapsos de quietud cegadora que pusieron en tela de juicio mi hoja de ruta. Y claros de luna que iluminaron el camino sin lugar a dudas.
Ciertos desatinos que, después de todo, no hicieron otra cosa que corregir certeramente el rumbo de la nave.
Al final… crecimiento. Mucho crecimiento.
Hoy, con una taza de té entre las manos y envuelta en el sol cálido del invierno, miro atrás y escribo: “abro la puerta de par en par para honrar el viaje de los últimos doce meses. Agradezco todos y cada uno de los pasos que he ido dando hasta llegar a este lugar, sin dejar nada fuera”.
¡Ahó!
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Foto: Kira auf der Heide (En: Unsplash)
«Lapsos de quietud cegadora que pusieron en tela de juicio mi hoja de ruta.»
Tal cual Mary!!!
Sí, a veces la quietud es tan grande, que parece que nada está pasando, que la vida está mirando hacia otro lado, que tengo la sensación de no saber si estoy donde quiero/necesito estar, que pido a gritos una señal para traer luz al lugar donde voy pisando. Es en estos momentos en los que dudo de si voy por buen camino. Luego va y resulta que simplemente fue una nube que oscureció el sendero por unos instantes, y, al retirarse, la luna vuelve a iluminar el mapa 🙂
Confiando, my dear friend!!!
Abrazo gigante, Jose