¿En qué andamos cada instante de nuestra vida? ¿Estamos más pendientes de sentir las experiencias que vivimos o nos importa más apretar el disparador de una cámara para «inmortalizar» el momento?
Hace unos días leía un artículo curioso [1]. Hablaba sobre esta necesidad imperiosa que tenemos los humanos en los tiempos que corren, de fotografiar prácticamente todo y de mostrarlo casi instantáneamente a los demás.
Un sinfín de plataformas y redes sociales se van consolidando a pasos agigantados y se convierten, en un abrir y cerrar de ojos, en el blanco para mostrar cada experiencia que vivimos.
Me pareció un artículo de contenido curioso y desenfadado en un primer momento. Pero a medida que fui avanzando en la lectura, una cierta sensación de inquietud me fue sacudiendo al darme cuenta que el calado que traía detrás no me resultaba menor.
Es interesante observar cómo esta tendencia que tenemos a meter en una cajita, va ganando terreno mientras la fluidez de simplemente vivir va menguando a la par. Dejar de mirar un instante una puesta de sol, me lleva a perderme una oportunidad para buscar el rayo verde del que hablaba Julio Verne. Cuando retiro la mirada del pajarito que se posó sobre una rama y enciendo el aparato con el cual quiero retratarlo, doy paso a que, al regresar a él, quizá ya no esté en el mismo lugar.
Hace un par de meses entré en pánico porque creía haber perdido todo el material que registré con una cámara de fotos durante mi viaje a Argentina. De repente, me ví identificando las fotos con el miedo a perder el recuerdo de algo que, estoy convencida quedó impregnado dentro de mí como una experiencia única de vida. Fue la primera vez que viajaba tanto tiempo sola, a un lugar tan lejos del punto de partida, y lleno de aprendizajes para mí. Todo eso sigue estando, ¿no? ¿Qué pasa que siento la amenaza de que va a diluirse si pierdo de vista el registro fotográfico que lo “inmortalizó”?
Cuando experimenté esta sensación de orfandad, me preocupé. Y ahora que leo este artículo, regresa a mí la reflexión.
¿Lo que no se fotografía se pierde? ¿Se pierde dónde?
El sol sigue ocultándose por el horizonte todos los días.
El pajarito sigue su curso lo fotografíe o no.
El viaje a Argentina dejó mella dentro de mí, encontrara o no las fotos.
Las encontré. Y respiré con una sonrisa. Increíble.
Reconozco que sentí que el recuerdo estaba a salvo…
Y entonces, a continuación, vienen más preguntas: ¿realmente me desconecto cuando voy a ver el mar y mando una foto desde la orilla? ¿Verdaderamente logro el ensimismamiento cuando paseo entre los árboles y me paro dos o tres veces a retratar cómo la luz se filtra entre las hojas?
Lo observo en los niños, probablemente los seres humanos más espontáneos que conozco. No son capaces de naturalizar las fotos. Cambian su gesto cuando se sienten observados por una cámara.
Yo tampoco lo logro. No salgo natural si me empeño en hacerme una foto modelo “selfie” con un paisaje espectacular de fondo. Probablemente, si pudiera verme desde fuera, me vería más auténtica con la expresión espontánea de asombro y emoción que tengo en ese momento. Esa expresión no logrará captarla jamás una cámara.
Cuando comparto una foto, estoy tratando de compartir instantes, y trato de hacerlo en un instante. Empiezo a pensar que esto de capturar instantáneamente instantes, es un tanto pretencioso por mi parte. Me empieza a dar la sensación de que me pierdo mucho desviando la mirada de lo que trato de fotografiar, y que me dejo arrastrar por la velocidad asociada a la necesidad que me creo de compartir ipso facto lo que estoy viviendo.
______
[1] https://culturainquieta.com/es/inspiring/item/15205-nos-importa-mas-sentir-o-fotografiar-y-mostrar-nuestras-experiencias-ensenanzas-de-italo-calvino.html
Foto: Esmee Holdik (En: Unsplash)
Me encanta que hagas este comentario, lo comparto al 100%, no soy capaz de estar presente y hacer fotos, ha sido una lucha constante en mi la culpa por no inmortalizar los grandes momentos de mi vida, y la de mis hijos. Pero nunca recordaba hacer fotos y si lo recordaba me perdía el momento y finalmente renunciaba a ello, ahora ya no me culpo por ello, sencillamente es así. Mis hijos no tendrán toda su vida registrada, pero tendrán otro legado, el estar presente, o eso espero!
🙂 Personalmente, sigo aprendiendo a estar presente. En este sentido, también.
Un abrazo gigante y gracias por compartir
María me encanta esta coincidencia tan profunda contigo.
Me identifico totalmente con las percepciones y situaciones que reflejas en este escrito. Agradezco que lo hayas compartido porque nos haces caer en la cuenta de un hecho tan cotidiano y a la vez tan necesario de reflexionar. . . Un abrazo 🙂
Me alegro de que te haya aportado. Y sí, la verdad es que, finalmente me doy cuenta de que generalmente lo que escribo no es casualidad y siento que muchas veces responde a letras que necesito leer para mí misma. «Instantánea» ha sido un texto que surgió y me tocó muy profundo. Me pegó fuerte, como dirían los argentinos, porque me pone de frente con una lucha interna bastante intensa que tengo en mi propio hacer. «Enseñamos lo que necesitamos aprender» 😉
Te mando un abrazo grandote
Completamente de acuerdo, María. Suelo pensar en ello. Sobre todo cuando veo a quienes se pierden una puesta de sol por no dejar de fotografiar hasta el último rayo. Particularmente puedo hacer una o dos fotos, pero me niego a perderme la plenitud de la experiencia para vivirla detrás de una lente.
🙂 Abrazo enorme, amiguita