A lo largo de mi caminar, en distintos momentos, me he planteado la tendencia que tenemos algunos seres humanos a resistirnos. Sea a lo que sea.
En los últimos días, este pensamiento me visita de manera recurrente. Es, incluso, el centro de algunas conversaciones con la clase de amigos con los que hablo de lo divino y lo humano.
E incluso, sin formar parte de ninguna conversación, aparecen imágenes y frases alusivas procedentes de quien menos me lo espero, y en momentos en los que parece que no viene al caso.
Pero sí. Sí que viene al caso.
Llegada a este punto, tomo un papel y un bolígrafo y me abro a escuchar entre líneas…
Porque que alguien se resista a cualquier cosa puede que no sea relevante así a voz de pronto. Sin embargo, si esa “cosa cualquiera” incluye aquello que sabes de manera irracional que quieres incluir en tu vida, al menos es motivo de pararse a escribir para ver qué pasa.
Esto bien podría ser el punto de partida para otra entrada del Cuaderno Nómada – empiezo. Podría titularse algo así como RESISTIR.
Aunque, en realidad, no hablaría de resistir nada en concreto, sino del hecho de resistirse a algo en particular.
Creo que ya hablé en alguna otra ocasión (o en varias) del hecho de rendirse a lo evidente. Y me refiero desde el punto de vista que considera la rendición como un no resistirse, precisamente. Me refiero a considerar la posibilidad de acompañar el fluir de los acontecimientos.
Acompañar significa ligereza. Nadar a favor del cauce o dejarse llevar por él. Sí, no utilizo la palabra “corriente” de manera consciente. Porque parece que decir “nadar a favor de la corriente” o “dejarse llevar por la corriente”, implica perder el control, desdibujarse, perderse en… este caso lo que nos guía, aunque sea visto como lo que nos conduce. Y esto lleva a la inquietud, a colocarnos en posición de alerta. Bueno, puede ser que sea así…
¿Cuánto me incomoda dejarme llevar por el flujo
de la corriente de la vida?
¿En qué medida me alerta acompañar con mis decisiones lo que me resuena de manera evidente?
Voy a salirme de lo etéreo y trataré de aterrizar un poco estas ideas.
Pongo un ejemplo: si siento que mi camino va por un determinado lugar, si hay algo que dice que es por aquí y no por otro sitio, si veo de manera evidente que he de tomar una decisión en un determinado sentido, ¿qué es lo que me lleva a resistirme a la evidencia de esa información que me llega de manera sutil?
Podría dar varias razones.
Falta de confianza.
Desconocimiento.
Inquietud, tal vez, por no entender bien el cómo.
Pueden ser diversas las razones, pero es miedo lo que viaja detrás de todas ellas.
Miedo a soltar y dejar que sea.
Soltar implica confiar.
Soltar conlleva dejar de preguntarse.
Soltar llama a permitir que la vida me acompañe.
Tiene que ver también con acompañar el compás que se escucha con el propio movimiento.
Soltar implica dejar de resistirse.
Salir de la parálisis.
Dejar de analizar la vida para vivirla definitivamente.
«Dejar de analizar la vida, para vivirla definitivamente», me ha encantado leerlo, yo pienso que asi debe ser.
Me alegro de que te haya gustado, Marta. Un abrazo
Muy hermosa esta reflexión. Nos resistimos a mi juicio de diferentes formas. Por un lado nuestro ego resiste claudicar a llevar la dirección que marca nuestro Ser Interno. Por otro nos resistimos a experimentar las emociones y esa resistencia implica un gran sufrimiento. Pondré un ejemplo de esto último; nos resistimos a experimentar emociones como miedo, vergüenza, incapacidad….incluso sensaciones como dolor físico, y esa resistencia trae consigo que se mantengan mas tiempo, más dolor y sufrimiento que cuando las miramos de frente y nos permitimos sentirlas. Atravesar sin juicio alguno y sin resistencia la sensación o emoción hace que se diluya rápido y con menos dolor. No es buena idea resistir, sin embargo lo hacemos constantemente y somos inconscientes a ello.
Qué buen apunte éste de nuestra tendencia a experimentar las emociones que tildamos de «malas, negativas…». Totalmente de acuerdo. De hecho siento que el cambio en este sentido pasa por integrarlas como fuente de aprendizaje de manera que no nos generen tanto rechazo.
Y esto me trae al pensamiento el hecho de que otras veces, con las emociones «buenas, positivas…» no es que nos pase exactamente lo mismo, pero en el resultado llegamos a algo similar (resistencia). Y es que no nos damos permiso para experimentarlas en toda su dimensión.
Gracias, Concha, por tu aporte. Buenísima reflexión que casi que da para una entrada nueva 😉
Un abrazo