Hay algo que repito con asiduidad.
Yo diría que con demasiada frecuencia.
Lo he hecho casi toda la vida. Así que, supongo que podría decir que es una especie de inercia o tendencia.
No es algo que me pertenezca.
No lo es porque me declaro con la intención de lograr cambiar esta dinámica.
Cuando me propongo cambiar algo, ya estoy reconociendo que no lo quiero conmigo. Luego, de alguna manera, ya no me pertenece. Ya está en la parrilla de salida.
Me refiero a esto que yo llamo «estar siempre disponible» o decir que sí a prácticamente todo.
SI NO HAY NADA QUE RECHINE,
TODO BIEN.
Pero si, al regresar, me hago las preguntas ¿por qué lo hice de nuevo?, ¿por qué volví?, ¿por qué fui si en realidad no me traigo gran cosa como para decir «woooow, me alegro de haberlo hecho»?, entonces ¿qué sentido tiene?
Si regreso y vengo pensando que hubiera aprovechado el tiempo para otra cosa, si vuelvo con dolor de corazón porque sigo sin encontrar algo que ya sé que no se dará, ¿por qué repito este patrón de decir «sí, voy», «sí, estaré», «sí lo haré»?
Es una cuestión de practicidad, si queremos reducirlo a lo más simple.
Si regreso con una sonrisa, valió la alegría.
Si regreso con un nubarrón dándome vueltas alrededor, me cuestiono qué sentido tiene continuar alimentando algo que me desgasta.
Una vez, en un viaje que hice hace varios años, paseando por las calles de un pequeño pueblo de montaña del norte argentino, leí una frase que había pintada en una pared.
Captó mi atención sin preguntar y se coló dentro de mí de tal forma que, aunque no le hubiera hecho aquella foto que le hice, tanto hubiera dado. Porque la recuerdo tan nítida como si la hubiera leído hace cinco minutos.
QUÉDATE
CON QUIEN SEPA COLOREARTE.
Ese «quien», puede sonar a persona. A mí me sonó justo a eso en aquel momento. De hecho me vino al pelo, como se suele decir, y me zarandeó de tal manera y portando tanta evidencia consigo, que resultó crucial para acabar de decidir sobre algo a lo que me resistía.
Con el paso del tiempo, encuentro que la riqueza de esta frase va mucho más allá de apuntar a algo personal.
Habla de cualquier cosa.
De cualquier situación.
De cualquier experiencia de vida.
De cualquier decisión.
Entre las letras garabateadas en aquella pared navegaba mucho más de lo que percibí a simple vista que, ya de por sí, fue significativo para mí en aquel momento.
RESPONDER SIEMPRE DEL MISMO MODO,
AL MENOS, DEBE LLEVAR A CUESTIONARME SU SENTIDO.
Hoy es un ejemplo de uno de esos días que reconozco que no me aporta valor.
Hoy es uno de esos días, que regreso a casa y tengo una conversación conmigo misma sobre el papel: ésta.
Para preguntarme si no sería mejor actuar de otro modo la próxima vez.
Si no sería mejor saludar de manera amable, dar las gracias y decir «no, esto no va conmigo», y simplemente no ir. No acudir. No hacer algo que acaba igual una y otra vez.
Einstein ya lo decía…
SI BUSCAS RESULTADOS DISTINTOS,
NO HAGAS SIEMPRE LO MISMO.
Es de cajón.
Pero bueno…. Los seres humanos, somos animalitos de costumbres.
De nuevo la atención.
Es la clave una vez más: verlo venir, verme venir, y actuar de manera distinta para no repetir.
Para construir caminos diversos.
Para contribuir a generar pautas distintas que marquen la diferencia.
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¿Y tú?,
¿Reconoces en tí algún patrón recurrente?
¿Cómo te lleva a sentir?
Te leo en los comentarios si tienes ganas de compartir 🙂
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Foto: Reuben Hustler (En: Unsplash).
concha
Hola María! En esta ocasión valió la pena que dijeses sí, ya que se tradujo en esta maravillosa reflexión que nos compartes. ;D. Y si también me pasa el decir fácilmente si. Me pasa por que «no quiero perdérmelo», me pasa por no querer «portarme mal» , me pasa por no calcular bien el tiempo que lleva hacer las cosas, y me pasa por dar menos valor a lo mío que a lo de los demás . Lo bueno es que luego lo reflexiono y al igual que tú me propongo cambiar, y al poner consciencia cada vez me pasa menos. Ante la duda me muerdo la lengua y digo: ok dame unas horas y lo pensaré. Antes decía si antes de que terminaran la frase, se ve que me voy haciendo mayor :D, o será que me hago más consciente. Un superabrazo! y gracias por compartirte.
María
Gracias también a ti, Concha.
Porque esta vez SÍ: efectivamente tender a decir sí con tanta facilidad, o con poco detenimiento, trasluce todo eso que tan bien has descrito. Resueno en tus palabras.
Un abrazo, preciosa. Seguimos caminando y compartiendo 🙂
Marian
Me gusta demasiado.
Hay una especie de cuenco tibetano que resuena aquí dentro cuando te ha leído.
Gracias María.
María
Gracias a tí, preciosa. Un abrazo enoooooooo…rme, artista!!!
NIEVES
¿Y tú?,
¿Reconoces en tí algún patrón recurrente?
¿Cómo te lleva a sentir?
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Mmmm… gracias Mery, me ha hecho pensar este post 😀 Por lo de patrones recurrentes, digo. Lo mío no es decir «sí», la verdad… Creo que hace mucho tiempo me harté de decir «sí» y pasé a decir «no», supongo que como forma de protección.
Y me acostumbré a decir «no» o al menos a que mi primera reacción interna fuese el «no» (aunque antes de responder me detuviese a pensar… entonces mi respuesta pasaba a ser «no lo sé, ya veré» jajajajajaja)
Porque decir «sí» siempre cansa y deteriora mucho (al menos a mi).
Decir «no» siempre hace que te pierdas muchas cosas buenas.
El «no lo sé, ya veré» hace que me pueda tomar mi tiempo para pensar, reflexionar y sentir. Lo que no sé es si tal vez, decir «no lo sé, ya veré» también hace que me pierda cosas buenas… pero no importa. Conecto más con esta expresión porque me da mi tiempo. Un tiempo que necesito para decidir.
Aunque el mismo tren no pasa dos veces a la misma hora… a veces pasa a horas distintas. Y si no pasa el mismo, pasará otro diferente. Y si no pasa ninguno, pues me quedaré a observar las vías de la estación, que seguro guardan secretos jamás vistos jijijij 😀
María
¡¡¡Maestra!!!
Qué bueno regalarse tiempo para decidir, al margen de si es lo mejor o no. No creo que haya nada mejor que nada por encima de todo.
😀