Creo que en algún momento llegué a pensar que nunca más volvería a ocurrir.
Se llama miedo a la incertidumbre.
Y es que ocho semanas, son muchas sin sentir el tacto de la celulosa y escuchar cómo se desliza la tinta en el cuaderno.
Celebro darme cuenta de que no es así. Que el duende de la inspiración sigue vivo.
Desconozco si ha seguido aquí cerca todo este tiempo y yo, sencillamente no oía su respiración, o si eligió irse de parranda durante un tiempito al ver que yo tenía la atención puesta en otros quehaceres que no eran los de crear con el lápiz y el papel.
Me parece que es indiferente en este momento tratar de descubrir qué ha pasado. Dónde ha estado él y por dónde caminaba yo todo este tiempo.
Ahora estamos aquí. Creando de la mano.
Yo dejando que él guíe el trazo sobre la hoja en blanco.
Él confirmando que, a pesar de mis dudas, siempre acaba haciendo acto de presencia y lo hace cuando yo estoy preparada. Ni antes, ni después.
Ahora, en este momento, mi prioridad es dejar que se escriba lo que quiera ser escrito.
El duende que me mira aquí recostado en el sofá, es muy posible que tenga algo que ver con el contenido de lo que va saliendo. Siempre pienso que es así, a tenor de la sensación que me recorre cuando leo las letras que surgen, casi no me reconozco en ellas y pienso que ha sido otra persona quien las ha escrito.
Tanto da.
Cada día es diferente.
Y, si no lo parece a simple vista, desde luego lo es en potencia.
Todas las posibilidades existen.
Escribir o no hacerlo.
(…)
Con el tiempo he aprendido a no juzgarme. También he aprendido a comprender que no en todas las épocas de la vida, escribo con la misma frecuencia.
No obstante, hoy descubro algo nuevo con plena consciencia: efectivamente no es que no hagamos las cosas que siempre hemos hecho por incapacidad.
No dejamos de hacerlas porque de repente «se nos olvide» cómo hacerlas.
No es que deje de escribir porque se agotó la fuente de inspiración o el duende de la creatividad haya decidido marcharse de vacaciones.
Lo que ocurre es que, sencillamente, mi foco de atención, mis prioridades, han sido otras durante un tiempo.
¿Aparece la culpa cuando me permito disfrutar de algo repentino, sin que lo tuviera calculado?
¿Qué se me mueve por dentro cuando lo que tenía planificado, pasa a un segundo plano porque elijo poner por delante algo que aparece sin avisar y centra mi atención en ese momento?
¿Cuál es mi capacidad plástica?
La fuente ha seguido brotando como siempre lo hacía.
El duende seguía merodeando cerca. Disponible.
Hoy, por lo que sea, algo dentro de mí, me movió a despertar antes de la hora pautada, como ocurría hace tiempo de tanto en tanto.
Y, aquí estoy.
Recostada una mañana de sábado, dándome permiso para contar la historia que quiere ser contada.
Ayer elegí centrarme en otros quehaceres.
Hoy parece que regreso al papel.
¿Mañana? No lo sé.
Cada día es diferente.
Y sonrío pensando que está bien que así sea. (¡¡Maniobra para entrenarme a establecer nuevas conexiones neuronales!!, tal cual).
Al inicio de este año, que para mí ocurrió en el mes de septiembre, me prometí a mí misma crear con sentido, y no tratar de hacerlo sujeta a un patrón de calendario rígido e inamovible.
Unos meses más tarde, elegí por pura intuición la palabra que me acompañaría durante este 2020. DISFRUTAR.
Ahora, en este momento, tomo conciencia de que CREAR con sentido únicamente es posible si tiene lugar sin que fuerce que suceda.
Esta es la garantía de disfrutar al mismo tiempo.
Y, al igual que pasa con crear, estoy convencida de que ocurre lo mismo con cualquier otro HACER.
En esta dirección elijo priorizar en cada momento. Tratando de no entrar a valorar si es lo que «corresponde o no».
Si entro por esa puerta, me alejo de lo que mi ser prioriza de manera espontánea y entro en el registro de la obligación. Y no me gusta pensar en esta opción.
¿Y tú, qué haces de manera espontánea, porque te cuerpo te mueve a hacerlo, sin forzarlo, y te trae el regalo de disfrutar de ello?
Tal vez sea ese tu norte 🙂
__________
«Escribo post cuando me apetece y lo publico, independientemente del día que sea. Hoy es martes. Tal vez tendría más lecturas siendo domingo… pero me ha apetecido escribir ahora (y resulta que es martes 3 de marzo, pues estupendo). Un buen día para escribir. Todos los días son buenos para escribir » (El clímax del Caminante).
Gracias, Nieves, por seguir luciendo de manera tan sincrónica. ¿No es increíble que hablemos de lo mismo en dos lugares distintos, con una diferencia de tiempo tan pequeña, sin planificarlo?
La magia de la vida 😉
__________
Foto: Tim Arterbury (En: Unsplash)
Qué fuerte Mery… esas sincronicidades que tanto me «gustan» … ¡son y están! 😮 😀
Me encantó tu texto. Muaks 🙂
Seguimos caminando, caminante 😉
Que bueno,a veces creo que lo que me pasa a mí solo me pasa a mí por qué tengo la lupa siempre,puesta en mis miedos en mis angustias llevo meses si escribir y me siento bien desde que deje de agobiarme,si no escribo,será por qué lo que necesito es otra cosa,yo este año puse una palabra en mi vida serenidad,y esa serenidad alimentando la con meditación con paseos por el campo,con sendas poéticas, serenidad para mí angustia para mis miedos, gracias María por qué lo que he puesto en mi vida lo tengo en tus palabras en tus reflexiónes, gracias por este cuaderno.
Danzar con la realidad, amiga… Como hemos comentado tantas veces, esa es la clave de transitar la vida sin otra pretensión que la de vivir en sí mismo.
Gracias a tí por continuar tan cerca. En una u otra orilla del Atlántico, después de todo, es el mismo océano 🙂
Abrazo gigante.