Para leer escuchando Nuvole Bianchi, de Ludovico Einaudi.
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Las notas se deslizan, descolgándose desde lo alto.
En cascada.
Se precipitan sobre el agua que no existe allá abajo.
Sin embargo, caen.
Buscan un suelo firme que apenas se vislumbra entre la hojarasca en la que se hunden las huellas de un camino que apenas se empieza a recorrer.
Sin aliento.
Se descuelgan ataviadas del aire que llenó sus pulmones al inicio.
Nada más.
Partieron de ahí.
De una dulce bocanada inspirada en el comienzo.
Suficiente para imprimir el impulso que les dio fuerza y determinación para lanzarse a ser.
Entonces frenan.
Gotículas sobre el teclado que enlentencen un ritmo tímido por aparecer.
Vuelven a descolgarse.
Rápidas.
Sin dejar espacio.
Al tiempo que no dejan hueco para el equívoco.
De acierto acertado.
Una tras otra, las notas se engarzan entre sí dando vida a una bella melodía.
Tan bella que, a veces, parece más bien que sea el fondo de un cuento que de algo real.
Ni siquiera el rastro de un encierro tangible logra romper la cadencia con la que fue creada.
Ni la sombra de los dragones en vuelo que, de tanto en tanto, se cierne sobre el brillo que se descuelga, es capaz de enmascarar la sonrisa amplia.
Uno a uno, los peldaños de una escalinata suspendida en la incertidumbre, bajan hasta el fondo de no se sabe muy bien dónde.
Al fondo, la oscuridad.
Desconcierto.
Y, en medio, la luz de un pabilo.
Temblorosa. Que no se apaga. Y plena de certidumbre.
Fuego.
Calor.
Claridad que se aviva a medida que la llama quema más tiempo.
Las notas continúan lloviendo.
Descolgándose sobre un vacío lleno de todo.
Ausente de nada.
Presente en cada instante.
Absorto en un trocito de mirada.
Sostenido en cada ápice de abrazo sin fin.
Contenido en un halo de mágica sonrisa.
Vacío pleno.
En mitad de la caída, alzan la vista.
Un cúmulo de nubes blancas, difusas, aligeran la intensidad del azul del cielo.
El aliento del viento de abril trae la historia que cuenta el sueño de una primavera que, aunque parece estancada ahí fuera, dentro se siente viva sin lugar a dudas.
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Gracias, Círculo de Tinta, por ser fuente de inspir-acción 🙂
Foto: Dalla Reedy (En: Unsplash).
Qué gusto leerte desde mi tarde de nubes peregrinas. Seguiremos cuidando la primavera, aunque nos esté naciendo por dentro; o quizá por eso.
Pabilos, dragones… preciosas palabras con ecos de otros tiempos. Gracias, María, por mantener prendidas las hogueras 🙂
Seguimos cuidando en círculo del fuego de las palabras 🙂
Abrazo, preciosa