El lápiz y el papel han sido testigo de las luces y las sombras de mi devenir vital. Me han permitido expresar aquello que no me sentía capaz de exteriorizar de viva voce, o lo que se resistía a tornarse en sonido por distintos motivos. El lápiz y el papel siempre han estado presentes, pero fue en el momento en que me replanteé mi enfoque profesional cuando se convirtieron en compañeros inseparables de mi caminar. De esto hacía siete años en el momento de escribir este libro. Las letras me permitieron entonces ordenar los pensamientos y nombrar claramente las emociones.
Después de más de dos años de recorrido compartiendo en el Cuaderno Nómada las historias que escribía sobre el papel, tomé la decisión de ahondar en el estudio de la técnica. Por un lado, me serviría para comprender mejor cuáles son los mecanismos que operan en el efecto que tiene esta manera de plantear la práctica escrita, y, por otro, me llevaría a sumar conocimiento teórico sobre la herramienta desarrollada por otros profesionales. En este punto, surgió la idea de escribir “El lápiz: una toma a tierra”.
Este texto pretende ser un acto para honrar la práctica de la escritura como herramienta para canalizar y tomar conciencia de aquello que nos habita internamente. Tanto la parte luminosa, como la más oscura.
La intención es compartir, desde mi propia vivencia, el significado que le encuentro a escribir, y dar algunas claves que, a mi modo de ver, son las centrales para hacer del hábito de la escritura una herramienta de autodescubrimiento y puesta en movimiento para orientar la brújula de la vida que se quiere vivir.
Con la curiosidad despierta por investigar acerca del sentido de esta proyección de la escritura, he tenido la oportunidad de conocer la existencia de otras personas (reconocidas popularmente como escritoras o no) que escriben libros o tienen propuestas de trabajo personal orientados a poner en práctica este enfoque de la escritura. De esta manera, he descubierto a autoras de investigaciones acerca del efecto positivo en el estado emocional, mental y fisiológico de personas que emplean la escritura como herramienta para tomar conciencia de su historia y reescribirla en aquellos aspectos que sienten que quieren transformar.
Me he propuesto poner de manifiesto que existe un interesante camino de investigación y práctica orientado a poner en valor la escritura como herramienta de acompañamiento y autocuidado en procesos de revisión personal y que, cualquier persona, esté o no familiarizada con esta práctica, puede hacer de ella una aliada para tomar conciencia de sí misma y, a partir de ahí, tomar partido en el dibujo de la realidad que vive.
En la última parte del libro, comparto algunas dinámicas concretas para la práctica de la escritura con el objetivo de que conozcas el enfoque que presento, y puedas valorar la posibilidad de hacerla tuya en tu cotidianeidad. Personalmente, escribir me aporta mucha claridad y sosiego. Cuando estoy mucho tiempo sin practicar, algo se desajusta dentro de mí y siento que me tambaleo. En este sentido, encuentro que el lápiz es una especie de toma a tierra. Me permite desplegarme, saltar, salir, perderme incluso. Y siempre encuentro el camino para replegarme, regresar, entrar de nuevo y encontrarme.
Una vez soñé que materializaba un proyecto relacionado con la escritura. Fue así: un día me desperté, acudí al cuaderno como cada mañana para escribir las páginas matutinas, y apareció con todo lujo de detalles su columna vertebral. “Lápiz, papel y tierra” surgió con la intención de presentar la escritura, poniendo atención a la virtud que le encuentro para conectar con la propia intuición. Con esta mirada de las letras escritas, van apareciendo distintas propuestas, como lo hizo en su momento el Cuaderno Nómada y el propio espacio web Lápiz, Papel y Tierra. Ahora le toca el turno a este libro.