El ordenador es mi herramienta de trabajo principal. Sin embargo, el cuaderno y el bolígrafo siguen teniendo reservado un espacio sagrado en tiempo y forma. La primera hora de la mañana, sigue siendo para ellos en exclusiva, antes de que el barullo del mundo se torne vorágine, y a la gente le de por alejarse demasiado de sí mismas.
Esta entrada la escribo como las demás. En el papel. Aunque luego la comparta por aquí para que puedas acceder a su lectura. Eso es a lo que me refiero: el ordenador es una herramienta, y procuro que siga siendo así. Porque sentarme delante de una pantalla no me inspira a la creatividad del mismo modo, ni de lejos.
Hace unas semanas preparaba el contenido del curso «escribir por pura intuición». Y también lo hacía de manera tradicional: cartulina, rotuladores de colores y hojas de papel desplegados por el suelo.
Una vez creado, ya tiene permiso para saltar a la pantalla.
Es una manera de salvaguardar la autenticidad de lo que es creado, garantizar que, durante la creación, se «despega» con cuidado del lugar del que nació y mantiene su esencia.
Esta entrada en el Cuaderno Nómada también está siendo escrita con el método amanuense: bolígrafo y papel en ristre. Ésta vez, como algunas otras, en un lugar lejos del gris y del humo.
Me siento un rato a disfrutar del sol, de la vista y el trino de los pájaros y me viene la inspiración: «desvirtualización». Y empiezo a escribir.
Aquí fuera veo buitres volando. Entre las teclas del ordenador no vuela ni siquiera un avecilla común.
En casa a veces aparece y otras no, pero aquí fuera, independientemente del lugar del mapa en el que esté, el duende de las palabras escritas aparece siempre. No falla.
Me siento más presente en lugares como éste. Hoy he detenido mi marcha en este punto, donde hago una parada técnica a mitad de un viaje, pero como el bolígrafo y el cuaderno me acompañan allá donde voy…
La pantalla y el teclado me sirven como herramientas, pero me despiertan una sensación similar a la que me conecta la cámara de fotos continuamente disparando: me saca de la presencia verdadera y me coloca en un lugar artificial. Ya lo dice el calificativo: «virtual».
Hace unos días hablaba con unas amigas de algo similar.
P. se sorprendió cuando M. tocó el timbre de su casa.
No le había mandado un whatsapp, ni siquiera le había llamado por teléfono para avisarle de que le iba a visitar. Simplemente pasó cerca de su casa y se le ocurrió tocar a su puerta.
P. estaba feliz.
Reivindiquemos el lápiz y el papel. El abrazo en vivo y en directo. Las visitas por sorpresa. Las virtudes de lo espontáneo y casual a pie de calle, de tú a tú.
Las herramientas digitales son eso: herramientas.
Bienvenidas sean con su potencial. Sean bienvenidas en su justa medida, sin darles un valor que nos separe de nuestra humanidad.
Las emociones pierden fuelle, los sentimientos se diluyen si los virtualizamos.
Me siento orgullosa y lo proclamo a los cuatro vientos: loados sean el lápiz y el papel. También los carteros y las carteras. Les aseguro que no dejaré de escribir cartas para enviar por correo postal cada tanto.
¿Y tú, te DESvirtualizas de vez en cuando?
Belén
Es muy inspirador todo lo que escribes María. Gracias por compartirlo 🙂
María
La vida nos inspira en cada recodo del camino. Ése es el pálpito que comparto 🙂
Un abrazo, Belén